PUENTE DE PLATA
¿Estás conmigo porque me amas
o porque me necesitas?
me preguntaste con el cuchillo entre los dientes.
Al mismo tiempo
el mar engullía un barco,
una palabra torpe tropezaba antes
de ser pronunciada,
y un teatro se congelaba entre el último acto
y el aplauso final.
Tú no te diste cuenta, mi amor,
nunca fuiste el mejor para elegir canciones,
pero aquella vez apagaste el sonido del mundo
para dar paso al silencio.
Esa clase de silencio implacable,
punzante y maltratado,
ese silencio que las palabras no calman
ni los gestos disimulan.
Y nadie es capaz de coger aire
cuando el silencio es tan profundo.
Y no te diste cuenta.
Estoy contigo porque te amo,
¿acaso quiere decir eso que no te necesite?- pensé.
Pero ya era demasiado tarde,
ya habías arrasado mi casa,
ya habías vaciado tus ojos de rabia,
ya habías llenado los míos de dolor.
Me dejaste solo ante la inmensidad
de una derrota,
y entonces comprendí que dos personas
pueden vivir en la misma casa con el corazón
en otro sitio, pero resulta imposible sostener
el abrazo de quien no deja de mirar la puerta.
Debieron contarte que algunas conchas esconden perlas,
así que te entraron ganas de ver el mar
aunque yo tuviera el tesoro en casa.
Pudieron decirte que algunos árboles milenarios
crecen hasta doscientos metros
y yo bajaba de tocar el cielo.
Te aseguraron que la vida es algo más que
el olor a café
por las mañanas y las noches leyendo desnudos,
así que abrí la puerta y soplé tu espalda
para darte impulso y dejarte caer allí
donde cumplas todos tus sueños,
porque el amor, si alguna vez lo has sentido,
no lo pierdes nunca.
Pero no te diste cuenta.
Seguiste caminando sin saber que el suelo que
pisabas
era el que yo había colocado para ti,
ese fue mi puente de plata,
esa siempre será mi respuesta
a tu pregunta.
Me encantaría decirte que fue fácil,
que no me hice peregrino para volver
a mi camino,
que no me destrocé los pies para olvidarte,
que no tuve que limpiar toda la ciudad
para regresar al mundo que conocí
antes de ti.
Me encantaría decirte
que no olvidaste el día en que nací,
que el tiempo y su manto no oxidaron
el puente,
y que ahora lo único que nos separa
es un precipicio lleno de silencio implacable,
punzante y maltratado,
pero un barco emergió del fondo del mar
y ahora mis palabras cogen impulso y
saltan con fuerza,
como las palmas
que volvieron
a sonar en
todos los
teatros.
Y aún no te has dado cuenta.
Ahora, mi amor, pregunto yo:
¿encontraste lo que buscabas
o perdiste lo que querías?