LOS AMANTES
En el bosque un buen domingo,
Cuando éramos niños,
Nos encontramos una pareja tumbada en el suelo.
Cogidos de la mano, con miedo
A perdernos, vimos lo que al principio
Pensamos que era una mancha de nieve,
Desnudos y abrazados
En el suelo, el viento
Mecía las ramas sobre ellos
Como pasamos furtivamente, nunca supimos
Quiénes eran, ni volvimos a mencionarlo
Entre nosotros ni a nadie más.
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LA ALARMA
Centenares de ventanas se llenan de rostros
Por algo que ha sucedido en la calle,
Algo que nadie puede explicar,
Porque no acudió un camión de bomberos, ni un grito,
ni un disparo,
Y sin embargo, aquí estaban todos,
Unos tapándoles los ojos a sus hijos,
Otros asomándose y gritándole
A la gente de los alrededores
Con la misma compostura y apariencia tranquila
De quienes pasean los domingos
En algún otro siglo, menos violento que el nuestro.
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MIL NOVECIENTOS TREINTA Y OCHO
Fue el año en que los Nazis invadieron Viena,
Superman debutó en Action Comics.
Stalin mataba a sus camaradas revolucionarios,
abrieron la primera Dairy Queen en Kankakee, III,
mientras en la cuna yo me orinaba en los pañales.
“Seguro que fuiste un precioso bebé”, cantaba Bing Crosby.
Un piloto a quien los periódicos llamaron
“El despistado Corrigan”
despegó de Nueva York hacia California
y aterrizó en Irlanda, mientras yo veía a mi madre
sacarse el pecho de su bata azul y acercarse a mí.
En septiembre hubo un huracán que hizo que un teatro
en Westhampton Beach acabara en el mar.
La gente temía que fuera el fin del mundo.
Un pez que se creía extinguido desde hace más de setenta millones de años
apareció en una red en la costa de Sudáfrica.
Yo estaba tumbado en mi cuna mientras los días
eran cada vez más cortos y fríos,
y la primera gran nevada cayó de noche
silenciando las cosas en mi habitación.
Creo que entonces me oí llorar por mucho, mucho tiempo.