Abel Santos (Barcelona, España, 1976). De formación autodidacta, él mismo ha bautizado su poética de Realismo Bastardo, que bebe tanto del mundo real como del mundo poético o más introspectivo, sin una clara escuela o movimiento literario como padre definido. Tras 12 años metido en drogas y alcohol, Abel Santos nos habla en sus poemas del peligro de traspasar ciertos límites. Ha publicado los libros de poesía Esencia (1998), El lado opuesto al viento (2010), Todo descansa en la superficie (2013), Jass (2016), Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas (2016; segunda edición 2017), Huelga decir (2019), El camino de Angi (2020), Algo te queda (2022, libro con el que quedó finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca), y su Antología Poética 1998-2014 Demasiado joven para el blues (2014). En homenaje a su familia por todas las adversidades pasadas, en 2015 coordina la antología La casa de los corazones rotos, donde reúne a 23 poetas que admira y que conformaron a lo largo de los años su universo de lecturas. Ha colaborado en numerosas asociaciones, tertulias y revistas, y participado en un buen número de libros de poesía. En 2011 fue encargado de prensa y relaciones públicas del I Festival de Poesía y Microrrelato: Vilapoética, de la ciudad de Viladecans. En 2014, al ver que algunos amantes de su poesía no podían permitirse comprar sus poemarios publicados, debido a la crisis económica, crea el Premio de Poesía On-Line Realismo Bastardo, con el soporte de la revista digital de poesía Poémame en su 3ª y 4ª convocatoria. En 2018 gana el II Concurso de Poesía “Perfecto Esperpento” contra el Estigma en Salud Mental. Desde 2010 administra su blog de poesía Demasiado joven para el blues: www.abelsantospoesia.blogspot.

Abel Santos: Como poeta te digo que esta pandemia es la más profunda sombra.

AGUANTA UN POCO MÁS

Dicen
los filósofos existencialistas
que gracias a un profundo cansancio
no llegamos a caer
en un sentimentalismo fatal.
Pero déjame decirte como poeta
—que busca la publicación perfecta—
una cosa, y sólo una:
nadie debería salirse de quien es.
Hay tanta fealdad
fuera de la lluvia.

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ME NIEGO A DARME POR VENCIDO
Y A LLAMAR POESÍA A LA OSCURIDAD


La realidad
es un sueño que tenemos despiertos
y que raramente tiene cambios
inesperados o incongruentes
porque está sujeto al marco del tiempo.
Excepto la mañana en que rompimos.
¿Cómo puedo recuperar
el hecho de que por más que yo me oculte
en la más profunda de las sombras
la luz siempre me encuentra,
pues ella me espera allí?
Yo te juro que me niego a darme por vencido
y a llamar poesía a la oscuridad.
Pero ya no me miras, ya no estás,
sino como un tenue recuerdo,
en este rincón del frío.

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MIRAR HACIA ATRÁS

Mi fortuna se ha igualado
al poder de los dioses del cielo:
sólo necesito algo para escribir,
y mis sueños,
que ahora están todos
—como cabía esperar—
en el pasado; y sin furia,
miro hacia atrás,
y sé, que tú, estás allí,
entre lo sagrado y lo vivo,
con lágrimas de risa,
casi besándome,
por primera vez, bajo la lluvia.

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LA DELICADEZA

Mi madre dio a luz
a mi hermano mayor con 15 años.
Le dediqué un poema, el mejor poema
de mi primer libro,
donde yo buscaba la esencia de las cosas,
más allá de glorias o fortunas.
Ahora que soy padre
y asistí al parto de mi hijo
y vi a mi mujer más hermosa que nunca
—como cuando en nuestra primera cita
la tomé de la mano—,
la palabra madre se la dedico a ella,
porque aunque es más joven que yo
es una mujer por derecho,
lo único necesario,
lúcido e importante, en el encierro
de toda esta pandemia.

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EL VENCEDOR



Quisiera ser mujeriego
como mi padre, el muy bastardo,
y vivir, de conquista en conquista,
las cuatrocientas noches
con cuatrocientos cuerpos
que decía Jaime Gil de Biedma.
Pero el amor no me deja.
A la tercera va la vencida.
Y me detengo.

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HERIDO DE VIDA



Dicen los sabios
que, antes de nacer, el arcángel Gabriel
pone su dedo índice
sobre nuestra boca
para que olvidemos toda la sabiduría
que traemos con nosotros desde el cielo.
Así es como las luces entran
y se dan la mano.
No pueden más que parecerme
harto estúpidos
aquellos que piensan
que por ser uno poeta o escritor
nacimos enseñados.
Nada más lejos de la realidad.
Yo no nací escribiendo, sino llorando.
Y con mi primer llanto
ya andaba buscando el conocimiento.

Abel Santos (Barcelona, España, 1976). De formación autodidacta, él mismo ha bautizado su poética de Realismo Bastardo, que bebe tanto del mundo real como del mundo poético o más introspectivo, sin una clara escuela o movimiento literario como padre definido. Tras 12 años metido en drogas y alcohol, Abel Santos nos habla en sus poemas del peligro de traspasar ciertos límites. Ha publicado los libros de poesía Esencia (1998), El lado opuesto al viento (2010), Todo descansa en la superficie (2013), Jass (2016), Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas (2016; segunda edición 2017), Huelga decir (2019), El camino de Angi (2020), Algo te queda (2022, libro con el que quedó finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca), y su Antología Poética 1998-2014 Demasiado joven para el blues (2014). En homenaje a su familia por todas las adversidades pasadas, en 2015 coordina la antología La casa de los corazones rotos, donde reúne a 23 poetas que admira y que conformaron a lo largo de los años su universo de lecturas. Ha colaborado en numerosas asociaciones, tertulias y revistas, y participado en un buen número de libros de poesía. En 2011 fue encargado de prensa y relaciones públicas del I Festival de Poesía y Microrrelato: Vilapoética, de la ciudad de Viladecans. En 2014, al ver que algunos amantes de su poesía no podían permitirse comprar sus poemarios publicados, debido a la crisis económica, crea el Premio de Poesía On-Line Realismo Bastardo, con el soporte de la revista digital de poesía Poémame en su 3ª y 4ª convocatoria. En 2018 gana el II Concurso de Poesía “Perfecto Esperpento” contra el Estigma en Salud Mental. Desde 2010 administra su blog de poesía Demasiado joven para el blues: www.abelsantospoesia.blogspot. Abel Santos: Como poeta te digo que esta pandemia es la más profunda sombra.