AYER
Lo que queda
-tan poco ya- sería suficiente si durase.
.
Dejadme que os hable de ayer, una vez más de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca volverá a ver jamás sobre la tierra.
Ángel González
Ayer, que en el colegio esperé a mamá
pintando y escribí por vez primera tu nombre
tantas veces como pude.
Que vino Dios al mundo y que mi nieta
se puso aquel perfume que aprendió de las postales.
Ayer, que se inventó la palabra luna,
que a caer se jugaba distinto.
Que tuve un idioma, una moto,
un enemigo. Ayer, que trepamos la noche.
Ayer, al repartir en clase el zumo y las galletas,
tras amanecer borracho en la avenida
con el viento protestando en mis vaqueros.
Al llorar junto a mi padre, a la hora en que se acuesta el frío,
ayer cuando vivía en los andenes estuve pensando,
¿Acaso soy ya un recuerdo?
Propongo hacerle trampa a la memoria,
viajemos al último aliento.
(Cada uno aquí rellena la particularidad del suyo.)
Abandónate y exhala.
A medias.
Lejos ya del cuerpo te concedes una resurrección modesta.
Elige un día cualquiera,
hoy, por ejemplo, pero sé implacable.
No abraces como entonces a quien tengas delante,
sino como quedó en la memoria.
Ama con la responsabilidad de quien construye un recuerdo
sin segundas oportunidades.
Salte del libro.
Mira tus manos.
Busca un espejo.
Parece que fuera ayer…
exhalas.
Ayer todavía.
.
.
ALGO TUYO
Algo tuyo que pensé tras despedirnos
tacho subiendo al tren.
El daño ya no es mío, reflexiono.
El vértigo que me acompaña
tampoco llegará al fin del trayecto,
es de otro cuanto leo, pertenece a quien lo escribió.
Me acompaño en diferido.
Para no estar solo
escribo sobre algo tuyo que amaneció nuestro,
antes del largo abrazo y del “estás guapísima”.
Los recuerdos son los pliegues que se
marcan en el tiempo al doblarlo
y guardarlo en los cajones.
El día de hoy quedó marcado
en el café con que me rendí al insomnio de madrugada y en tu
“necesito que hablemos” cuando reía con mi madre.
Hubo un pliegue en la señora saludando al conductor del tren de ida
y otro inconfundible en el “te quiero” con que empezó el poema.
Ha pasado un día y el resto no me pertenece.
Tan sólo el tiempo doblado que guardo en tu cajón vacío,
desde este algo mío donde ya me faltas insoportablemente.
.
.
9 DE JUNIO
Hoy que mis caricias te supieron a pasado
y pagamos al contado las deudas de ayer,
que tus piernas me han tocado
y mi junio no se ha hundido,
que la última llama se nos ha muerto en la boca
y al verte sin ropa me he sabido contener,
que no parece tan loca
la absolución del olvido,
hoy, mi amor, he comprendido
que el amor no va a volver.