ME PARECE…
Se raya el día, la vida
de pie bajo una cascada,
líquida turbulencia de sangre.
El jardín de los dioses,
en la cabeza,
multitud de voces como flores brotando
me retumban en el corazón a montones.
La risa es una canción,
en cuya melodía se ahogan las palabras;
me enojo y un gritadero dentro,
unas flores violentas floreciendo,
como luz de luna a través de una noche sola,
solísima.
La ventana de mis labios,
esconden la luz, o la luna…
reflejo del sol…
en corazón.
No quiero más razones; olvido los motivos.
Esta risa mía es la vida misma en rebelión.
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EL LOCO
Él vuela,
fino de aires,
entre mariposas esquizoides,
circunda la realidad,
guarda a posteridad:
la rima, la risa, el riso.
Al espejo se mira
la barba de flores multicolores
le dicen la inútil mente
que baje, que se siente.
pero que no se evada de la vida,
—no sin nuestro permiso— le dijeron.
Lo encerraron.
Solamente, orate,
despistado, el extraviado,
de pie
entre tanta ventana cerrada,
él mira fuera,
entre tantas puertas,
él las penetra.
No le derrumba nadie,
nada le da herrumbre, ni el sol,
ni el aire de tormentas.
Ni el fuego al que teme.
Él se esconde,
dentro de sí se esconde,
él bien sabe dónde.
Él, se hizo fuerte, ahora,
desde su frágil estructura,
perdió el rostro, los ojos,
hubo de perder el deseo y los instintos
un pie y las máscaras a solas.
Las olas, le dicen la verdad
llegan a su orilla de hombre,
ante un mar que desde lejos se seca,
“aquí todos temen volverse vulnerables.”
“aquí todos quieren tener la razón”.
Las voces le dicen demoras,
le desarman furtivamente,
tímidamente le dejan sonriendo
y contemplando la tarde
con la luna en el bolsillo.
Sonríe frente al paisaje de lóbregas luces
todas enredadas y rodando
entre largas hierbas y húmedas praderas,
el loco no es ya un hombre
dentro vive para siempre,
se ha internado en su laberinto ya.
Él,
vuela,
entre polvo luz y aire fuego;
tímidas mariposas lengüetean sus pies.
El loco vuela,
con sus alas de tinta vuela
y escribe ahora mismo el punto final.
.
.
LA PIEDRA
La piedra que nunca muere,
su polvo fino, a trasluz,
la sombra cae desde el árbol de mandarinas,
y se clava en la nostalgia,
horizonte de ocaso cítrico,
ácidos recuerdos de viejas vidas nocturnas,
aroma a mandarina reventando en el suelo,
hojas de árbol que no se mueve pero fluye
en el río de aire que le envuelve,
como el río a la piedra que nunca muere,
fluye en polvo o diluido al tiempo,
siempre al tiempo.
Repetidamente el cuerpo dice noche y sonríe
astillando la oscuridad en mil pedazos.
La piedra al cuerpo, huesos ambos polvos,
suenan los cascabeles su canto de aflicción,
bailando a la orilla del desierto sembrando flores de agua.
El barro que calienta, como entraña y sus ecos arrullos, arroyos.
Viaje, hierba y polvo de camino necio,
la bruma seca,
afuera del cuerpo la noche flota rasgada de luz,
titilan las sombras como estrellas bailando,
¿es acaso el silencio el idioma de la muerte?
la luz suena,
bailan la piedra y sus arrugas,
Dios apila las piedras de su tumba alegremente,
descansa en las reventadas tardes de risas mandarinas.