EL HOMBRE DE LA FALACIA
Mi abuelo solía decir que,
en esta vida,
sólo hay dos cosas que no se pueden esconder;
el amor y el dinero.
A él se le atoraba la farsa en el gañote,
—a mí me hierve y se me volatizan
las ideas—
con ese dicho retacado de pendejadas.
Porque siempre le juraba amor
a su vieja,
uno que ella buscó
hasta prenderles el encanto
en los ojos de sus hijas.
Y ni hablar del oro contenido
en sus botas caras,
del que nunca se vio
[un quinto
en la mesa de su casa.
.
.
HUEVITO ROTO
Pero cómo quieres que no me estrese,
si se me parten las venas,
de soportar a un niño,
que le rompe únicamente el hecho
de ver el escalón de hombre.
No sé qué puedo hacer,
cómo es que se logra empujarlo
hasta la puerta de la casa,
ese día que araña hasta con las patas,
por no querer ir a la escuela.
Ay mamá, qué culpa tengo,
llévalo contigo, cárgalo en tu espalda,
que yo,
ya no lo aguanto.
No quiero pasar con él el tiempo suficiente
para odiarlo hasta el último pelo.
Cómo se le hace,
para que una niña con bigote de leche
esté tan en la esquina del hervor
[que quiera volatizarse.
.
.
UN CONFESIONARIO
De niña —estando yo nulamente preparada, para las mentiras de un obispo, embriagado hasta el último hilo de su sotana, en millones de monedas de diez pesos— me contaron que había un cuartito de madera en el que todos podían desahogarse con el mismo Dios del que se hablaba cada domingo por la agonizante mañana de una misa.
Ahora que crecí y me di cuenta de que cada vez que fui a ese lugar para contarle a este hombre endiosado, que copié las respuestas del examen de matemáticas o que me robé el gansito que mi hermano dejó en el refrigerador; fui quemada hasta más no poder en los oídos de mi mamá.
Decir que aquel Dios del que tanto me decían estar atrapado en esas paredes, era un chismoso en potencia.
Pero hoy, que por más que me intenten pisar la cola, que intenten refundir en quien —ingenuamente— me trajo a este mundo; a costa de mis pecados, ella, no me puede correr de una casa, en la que no vive.
Vine a contarle a este hombre, —que, si te soy franca, en mi realidad no existe— a modo de desahogo, que este domingo por la mañana, antes de siquiera poner el primer pie en la iglesia…
asesiné a mi madre.
.
.
JUGÁRSELA
Lo relativo de la vida,
está atrapado;
en el respirar de un viejito,
en su último día
o en la primer huella
de un niño.
Ambos obligados a inhalar
sin poder pensar
en el mañana.
.
.
BROTES PECADORES
Se paga la gravedad,
del apocalipsis de dioses,
en la cabeza de un puberto,
con acceso a mitos de la creación mundial;
que lo avienta a podar raíces.
Le arrodilla a creer
que fue parido por Gea
y no por aquella humana,
que chilló y se lanzaría con Hades
por su cría;
con el argumento de ser pensante.