Maribel Ibarra López (Pachuca de Soto, Hidalgo, México, 2006). Es una joven que escribe poesía. Actualmente forma parte del club de lectura "Burritos lectores". Esta es su primera publicación. Busca encontrar paz en la voz de sus letras: "No me gustaría atorarme en la idea de que la cima de mi vida es una carrera universitaria, ni mucho menos un trabajo. Soy una persona de deseos cambiantes, así que, por el momento, he decidido dedicar los minutos necesarios para aprender a leer la vida". -Fotografía de la autora © Alejandro Dávila.

Maribel Ibarra López: El argumento de un niño que nunca intentó desahogarse.

EL HOMBRE DE LA FALACIA

Mi abuelo solía decir que,

en esta vida,

sólo hay dos cosas que no se pueden esconder;

el amor y el dinero.

A él se le atoraba la farsa en el gañote,

—a mí me hierve y se me volatizan

las ideas—

con ese dicho retacado de pendejadas.

Porque siempre le juraba amor

a su vieja,

uno que ella buscó

hasta prenderles el encanto

en los ojos de sus hijas.

Y ni hablar del oro contenido

en sus botas caras,

del que nunca se vio

 [un quinto 

en la mesa de su casa.

.

.

HUEVITO ROTO

Pero cómo quieres que no me estrese,

si se me parten las venas,

de soportar a un niño, 

que le rompe únicamente el hecho 

de ver el escalón de hombre. 

No sé qué puedo hacer, 

cómo es que se logra empujarlo 

hasta la puerta de la casa, 

ese día que araña hasta con las patas, 

por no querer ir a la escuela. 

Ay mamá, qué culpa tengo, 

llévalo contigo, cárgalo en tu espalda, 

que yo,

ya no lo aguanto.

No quiero pasar con él el tiempo suficiente 

para odiarlo hasta el último pelo.

Cómo se le hace, 

para que una niña con bigote de leche 

esté tan en la esquina del hervor 

[que quiera volatizarse.

.

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UN CONFESIONARIO

De niña —estando yo nulamente preparada, para las mentiras de un obispo, embriagado hasta el último hilo de su sotana, en millones de monedas de diez pesos— me contaron que había un cuartito de madera en el que todos podían desahogarse con el mismo Dios del que se hablaba cada domingo por la agonizante mañana de una misa. 

Ahora que crecí y me di cuenta de que cada vez que fui a ese lugar para contarle a este hombre endiosado, que copié las respuestas del examen de matemáticas o que me robé el gansito que mi hermano dejó en el refrigerador; fui quemada hasta más no poder en los oídos de mi mamá.

Decir que aquel Dios del que tanto me decían estar atrapado en esas paredes, era un chismoso en potencia.

Pero hoy, que por más que me intenten pisar la cola, que intenten refundir en quien —ingenuamente— me trajo a este mundo; a costa de mis pecados, ella, no me puede correr de una casa, en la que no vive. 

Vine a contarle a este hombre, —que, si te soy franca, en mi realidad no existe— a modo de desahogo, que este domingo por la mañana, antes de siquiera poner el primer pie en la iglesia…

asesiné a mi madre.

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JUGÁRSELA

Lo relativo de la vida,

está atrapado;

en el respirar de un viejito,

en su último día

o en la primer huella

de un niño.

Ambos obligados a inhalar

sin poder pensar

en el mañana.

.

.

BROTES PECADORES

Se paga la gravedad,

del apocalipsis de dioses,

en la cabeza de un puberto,

con acceso a mitos de la creación mundial;

que lo avienta a podar raíces.

Le arrodilla a creer 

que fue parido por Gea 

y no por aquella humana,

que chilló y se lanzaría con Hades 

por su cría;

con el argumento de ser pensante.

Maribel Ibarra López (Pachuca de Soto, Hidalgo, México, 2006). Es una joven que escribe poesía. Actualmente forma parte del club de lectura "Burritos lectores". Esta es su primera publicación. Busca encontrar paz en la voz de sus letras: "No me gustaría atorarme en la idea de que la cima de mi vida es una carrera universitaria, ni mucho menos un trabajo. Soy una persona de deseos cambiantes, así que, por el momento, he decidido dedicar los minutos necesarios para aprender a leer la vida". -Fotografía de la autora © Alejandro Dávila. Maribel Ibarra López: El argumento de un niño que nunca intentó desahogarse.