FLORES
Le traje flores a esta que soy
contra todo pronóstico.
A la que no se puede tapar con un dedo
ni eliminar de un plumazo.
Flores para la que soy
cayendo del árbol de la vida,
para mi yo semilla bajo la tierra oscura,
para mi yo cigarra,
para mi yo rocío fresco
y otra vez flor.
Le traje flores a mi cuerpo maduro
de ramas extendidas,
a mi tronco recio
y a mi olor a eucalipto.
Flores para mi pecho
que aún no se marchita,
para mi vientre que anida
a los gorriones de mis sueños.
Me traje flores de regalo
para adornarme el alma,
para celebrarme
la vocación de colibrí
y para agradecer la bocanada nueva,
segundo tras segundo,
latido tras latido.
Me ofrendo estas flores
porque soy templo y diosa
y porque sigo viva.
.
.
POMPEYA
Tu nombre me dejó en la boca
el sabor de los mares que azoraste.
¡Ardió otra vez Pompeya
y mi cama se hizo un río de ceniza!
Fui diseccionada cuidadosamente
al tajo de las letras que te signan.
Mis ojos removidos de sus cuencas
son ahora errantes linces.
Y mi sexo de loba entre la escarpa
palpita aún a la espera de la siega.
¡No fuimos los amantes
que fraguó el Vesubio!
Mi sangre es un pájaro,
y tu nombre, el viento que la encumbra.
.
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HUBIERA
Debí beberme todo el limonchelo,
cantarle a mayo en toples sostenido,
jugarme el pasaporte y el olvido
descalza en los balcones de Ravello.
Debí dejarte el coche y las maletas,
decirte adiós de espaldas, con la mano,
seguir la ruta azul del meridiano,
tentar el mar, la noche y las braguetas.
No quiero ungir “hubieras” con olivos
elijo lo que fue con sus motivos
soy la que soy: tan digna y tan tozuda.
“Hubiera” es solo un verbo subjuntivo,
pretérito imperfecto en el que escribo,
mis cuitas, mis fracasos y mis dudas.