Guadalupe Dueñas (Guadalajara, Jalisco, México, 1910 – 2002). Fue una destacada cuentista y ensayista mexicana del siglo xx. En la década de los sesenta recibió la Beca del Centro Mexicano de Escritores, por la cual pudo conocer a varios de los que se volverían amigos cercanos, como Miguel Sabido. Esta beca se debió por su labor de escritora que empezó desde 1954 al empezar a escribir en revistas literarias como Ábside, América, Metáfora y Revista Mexicana de Literatura. Además de escribir sus cuentos, también hizo adaptaciones televisivas (como el cuento “La sunamita” de su amiga Inés Arredondo), censura cinematográfica (en la Oficina de la Secretaría), guiones de telenovelas, asesoría teatral (como parte de su trabajo en el Instituto Mexicano del Seguro Social, en el que impulsó obras de dramaturgos contemporáneos como Luisa Josefina Hernández). Como se ve, Dueñas fue una gran difusora de la cultura en su tiempo, no sólo trató de incluir autores extranjeros reconocidos sino también de autores nacionales contemporáneos.

Guadalupe Dueñas: La criatura se veía muy alegre.

HISTORIA DE MARIQUITA

Las grietas anunciaban la demolición. Para tapar las bocas que hacían gestos en los cuartos distribuimos pinturas y cuadros sin interesarnos las conveniencias estéticas. Cuando la rajadura era larga como un túnel la cubríamos con algún gobelino en donde las garzas, que nadaban en punto de cruz de añil, hubieran podido incursionar por el hondo agujero. Si la grieta era como una cueva, le sobreponíamos un plato fino, un listón o dibujos de flores. Hubo un problema con el socavón inferior de la sala; no decidíamos si cubrirlo con un jarrón ming o decorarlo como oportuno nicho o plantarle un pirograbado japonés.

Un mustio corredor que se metía a los cuartos encuadraba la fuente de nuestro palacio. Con justo delirio de grandeza dimos una mano de polvo de mármol al desahuciado cemento de la pila, que no se quedó ni de pórfido ni de jaspe, sino de ruin y altisonante barro. En la parte de atrás, donde otros hubieran puesto gallinas, hicimos un jardín a la americana, con su pasto, su pérgola verde y gran variedad de enredaderas, rosales y cuanto nos permitiera desfogar nuestro complejo residencial.

La casa se veía muy alegre; pero así y todo había duendes. En los excepcionales minutos de silencio ocurrían derrumbes innecesarios, sorprendentes bailoteos de candiles y paredes, o inocentes quebraderos de trastos y cristales. Las primeras veces revisábamos minuciosamente los cuartos, después nos fuimos acostumbrando, y cuando se repetían estos dislates no hacíamos caso.

Las sirvientas inventaron que la culpable era la niña que escondíamos en el ropero: que en las noches su fantasma recorría el vecindario. Corrió la voz y el compromiso de las explicaciones; como todas éramos solteras con bastante buena reputación se puso el caso muy difícil. Fueron tantas las habladurías que la única decente resultó ser la niña del bote a la que siquiera no levantaron calumnias.

Para enterrarla se necesitaba un acta de defunción que ningún médico quiso extender. Mientras tanto la criatura, que llevaba tres años sin cambio de agua, se había sentado en el fondo del frasco definitivamente aburrida. El líquido amarillento le enturbiaba el paisaje.

Decidimos enterrarla en el jardín. Señalamos su tumba con una aureola de mastuerzos y una pequeña cruz como si se tratara de un canario.

Ahora hemos vuelto a mudarnos y no puedo olvidar el prado que encarcela su cuerpecito. Me preocupa saber si existe alguien que cuide el verde Limbo donde habita y si en las tardes todavía la arrullan las palomas.

Cuando contemplo el entrañable estuche que la guardó veinte años, se me nubla el corazón de nostalgia como el de aquellos que conservan una jaula vacía; se me agolpan las tristezas que viví frente a su sueño; reconstruyo mi soledad y descubro que esta niña ligó mi infancia a su muda compañía.

Guadalupe Dueñas (Guadalajara, Jalisco, México, 1910 – 2002). Fue una destacada cuentista y ensayista mexicana del siglo xx. En la década de los sesenta recibió la Beca del Centro Mexicano de Escritores, por la cual pudo conocer a varios de los que se volverían amigos cercanos, como Miguel Sabido. Esta beca se debió por su labor de escritora que empezó desde 1954 al empezar a escribir en revistas literarias como Ábside, América, Metáfora y Revista Mexicana de Literatura. Además de escribir sus cuentos, también hizo adaptaciones televisivas (como el cuento “La sunamita” de su amiga Inés Arredondo), censura cinematográfica (en la Oficina de la Secretaría), guiones de telenovelas, asesoría teatral (como parte de su trabajo en el Instituto Mexicano del Seguro Social, en el que impulsó obras de dramaturgos contemporáneos como Luisa Josefina Hernández). Como se ve, Dueñas fue una gran difusora de la cultura en su tiempo, no sólo trató de incluir autores extranjeros reconocidos sino también de autores nacionales contemporáneos. Guadalupe Dueñas: La criatura se veía muy alegre.