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Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla. Por eso no es posible echarle en cara a las novelas que estén fascinadas por los secretos encuentros de las casualidades, pero es posible echarle en cara al ser humano el estar ciego en su vida cotidiana con respecto a tales casualidades y dejar así que su vida pierda la dimensión de la belleza.