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A MI MADRE
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Seguro que estarías orgullosa de mí.
He hecho
mis deberes chiquititos
y alguna batalla grande
la transformé
en terreno de siembra.
He aprendido
que la ternura
agranda el ojo de la aguja
y abre portales secretos
en los cerrojos
de cada corazón.
He logrado
no echarte de menos,
porque, un día,
sin saber por qué
sentí
que formabas parte
de mi alma
y ya no volví a notar
el frío de tu ausencia.
Y aunque no siempre sepa
la dirección exacta
de la estrella que luces,
tu brillo
me sigue llenando
de pliegues la sonrisa
y en los cambios de tiempo
y en cada escalofrío
te siento
y te presiento
como un dolor amable
que me desabotona
el corazón.
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A MI PADRE
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Mira con mis ojos,
toca el mundo
con la fuerza
de mis manos.
No voy a dejarte perdido
en el limbo incorpóreo
de las sombras.
Ama a través de mí,
sumérgete en mis sueños.
Cada noche iré a recogerte
a las puertas abiertas
del crepúsculo.
No temas,
no voy a olvidarme
de tus ganas de vivir.
Hay un puente dorado
que va
de tu corazón al mío,
hay una razón de Amor
que nos mantiene
siempre juntos.
La Vida y la muerte
sólo son las piezas
blancas y negras
de nuestra hermosa
partida de ajedrez
siempre renovada.
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DIOS DENTRO
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Él quería emocionar a Dios.
Su mayor aspiración
en este mundo
era lograr
que una de sus lágrimas
se derramará
sobre las Tierra
desde su ojo perfecto
gracias a uno de sus poemas.
Quería aportar,
humildemente,
una migaja de felicidad
en el corazón de Dios
para compensarle
por tanto dolor,
por tanta traición,
por tanta mezquindad.
Así es que empezó
a perseguir la Belleza
desde cada latido
de su corazón sediento
y se reunió con las almas
que portaban la Gracia Divina
en sus creaciones,
con los artistas sagrados
que se convertían
cada día
en el sentimiento de Dios en la Tierra.
Lloró con los músicos,
se iluminó con los poetas,
giró con los danzarines
que mueven el mundo
en su danza sagrada.
Se sumergió
en el silencio
de los santos
y en las plegarias
de los amantes,
hasta que su corazón
explotó
en medio de la lluvia Divina
y todos sus latidos
comenzaron a gritar:
» Lo siento. Perdóname.
Gracias. Te amo.»
» Lo siento. Perdóname.
Gracias. Te amo.»
» Lo siento. Perdóname.
Gracias. Me amo .»
Una Luz inmortal
se encendió
dentro de su pecho
y una única lágrima
brotó de sus ojos.
Era Dios
llorando desde su mirada.