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FAROS DE NIEBLA
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(Matacahui, Ahome, Octubre 2022)
Hay un corto circuito en los faros de niebla
la luz intermitente
retrata como un flash en mis pupilas
fragmentos del paisaje
Afuera está zumbando la noche sinaloense
la noche que desnuda su perfume
mujer recién bañada
Alguien está quemando la hojarasca
a la distancia justa
para que pinte apenas en el aire
su nota de carbón
Piso el freno de prisa
– ¿Estoy despierto?
– Sí lo estoy
y le clavo
los ojos al cristal
los puños al volante
la nariz a los campos de cultivo
Hay también en la mezcla
un concierto de mango humedecido
que se expande
como un rumor de pueblo
Mi olfato se parece a la luz de estos faros
que atraviesan lo incierto del camino
a bordo de una máquina
gruñona y soñolienta
ha
yun
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circui
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de nieb
un martillo en los párpados que hunde
el sueño como estaca
Yo me muerdo la lengua y no funciona
vuelvo a pisar el freno y pego un salto
me doy dos bofetadas
Las luces del jeep viejo
en que atravieso la humedad nocturna
son párpados también durmientes que secuestran
la breve claridad en la que avanzo
El vértigo se enciende
cuando la luz se apaga en medio del trayecto
pero también con ello
los ojos de la noche
se clavan en mis ojos
y estalla tras mis cuencas
un viaje campesino de carretas
Me duermo en un segundo y al otro me despierto
el yo que está dormido y
escribe este poema
el yo que va al volante lo destruye
se da otra bofetada
Entonces me convierto en el camino
por dónde anda la noche
vertiendo su perfume.
Hay un corto circuito en los faros de niebla
y es como un picadillo de presente
la vida en breves dosis
de luz y de ceguera.
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BAJO EL AGUA SE ESCONDE
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Bajo el agua se esconde
la casa de mi abuelo.
El mar se fue internando entre las calles,
golpeó y clavó sus dientes de sal entre los muros,
pero a pesar del agua y
la digestión del tiempo,
no logró triturar la infancia de mi madre.
En el lenguaje oculto de las olas
sigue cantando alegre aquella niña.
Mi madre hunde los dedos de los pies,
en la arena cobriza,
dispara su mirada como flecha
hiriendo al horizonte.
Cien metros mar adentro, la casa bajo el agua,
enciende por las noches su luz de candelero.
Mi abuelo, que está vivo, prende leña,
sazona con las manos ese pargo,
los niños miran todo con asombro,
y esperan que el aceite se caliente.
Yo observo lo que pasa desde afuera,
en medio de una noche de otro tiempo,
pero hasta acá fulguran
las luces y las risas
en torno a su fogata
y en el nocturno oleaje se lee aún la tinta
con que la luna escribe
su historia luminosa.
Dentro del mar se esconde aquella casa
mis ojos se sumergen
en las ruinas.
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SURFISTA
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Qué ibas a sospechar tú Katherine
que irías aquella tarde,
a la boda del agua y de la luz.
Pusiste sobre el mar tus pechos tiernos,
braceando en esa tabla.
Nadie antes conoció tal sensación
de unir el mar y el cielo con la manos.
Cuánto tiempo anduviste caminando
en la cresta de espuma,
antes de que lanzaran de una nube
la soga luminosa,
por la que treparía en un segundo
tu alma de delfín, que se levanta,
y danza con la muerte la canción
brevísima del rayo,
reventando el silencio océano adentro.
Acuática viajera de las olas
te eligió en matrimonio el habitante
que reina en esta bóveda nublada,
los peces te miraron alejarte,
subir por la escalera del relámpago.
La nota en el periódico decía;
fallece una surfista por un rayo.
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AVALANCHA
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Desempolvar tu nombre,
repatriarlo en mis labios
como un viejo conjuro,
que detona, con sólo un par de sílabas,
la avalancha de lágrimas pasadas,
el invierno que fuimos
cuando dejó de arder
ojos adentro.
Hoy pronuncié tu nombre
alerta a la humedad en las pupilas,
temblando la memoria,
dispuesto a la hecatombe,
y no se suicidaron los retratos,
pero se despertó un delgado perfume
y desde la cocina,
aulló mi cafetera
como antes.