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La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno sea joven. Dentro de este cuerpo que envejece hay un corazón todavía tan curioso, tan hambriento, todavía tan lleno de anhelo como lo estaba en la juventud. Me siento junto a la ventana y observo pasar el mundo, sintiéndome como un extraño en una tierra extraña, incapaz de relacionarme con el mundo exterior y, sin embargo, dentro de mí arde el mismo fuego que una vez pensó que podía conquistar el mundo. Y la verdadera tragedia es que el mundo sigue siendo, tan distante y esquivo, un lugar que nunca pude captar del todo.
Fragmento del libro “La caída”.