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L’ENFANT TERRIBLE CULTIVA LAS REFERENCIAS INNECESARIAS
QUE DE ÉL Y OTRO SE HACEN EN EL SIGLO XX
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Mi alma, se dice, debe ser monstruosa.
Entre el sentido libre que me dio la calle y la rigidez que sé que
existe en un corset,
pienso que ningún alma puede corromperse hasta ser realmente
inhumana.
Pero lo que dicen sé que es una referencia acordada, un cliché
entre la serpiente del río Sena y el Loria.
Mi alma, que aún no es monstruosa,
es la de un vidente frente a una bola de cristal destrozada,
la de un niño que hostiga a todos frente a la realidad más
incómoda
donde no cabe el café a media tarde ni el pastis.
Mi alma es un desarreglo de los sentidos,
como un semejante lo vislumbró.
Mi alma es sabida por mí
y en ella germinan verrugas que deben ser cultivadas con ahínco
Del libro “Manual inédito de la moda”
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después de tanto, este es gran el asunto:
todo vuelve a su lugar,
el geométrico día termina como siempre lo ha hecho
y no se vuelve oro el hierro
esto fue y nada cambia
pese a ello,
hay quien sigue escribiendo poesía:
Del libro “Fuera del reino”
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La sombra de mi alma es la vida de mi pertenencia
a cualquier hora
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Ha pasado tiempo y con él todo aquello reconocible entre calles y concretas avenidas. No pretendí ser alguien a quien se reconoce, alguien a quien la gente se disponga a saludar con afecto.
Los anhelos poco tienen que ver con lo anteriormente concebido, porque si de algo he de estar agradecida, es con la sencilla vivencia de la constancia, las visitas esperadas, las citas que se cumplen puntualmente, la dicha y algunas tazas vacías en las mesas del oscurecido café, algunas migas de pan, ese alimento.
Porque de la sombra de mi alma es el cuerpo, de la sombra de mi alma es el cuerpo, nada más.
Del libro “Imperio”