Carilda Oliver (Matanzas, Cuba, 1922 - 2018). Fue una poeta cubana que, a lo largo de su vida, se convirtió en una figura icónica en la literatura cubana y una de las voces más influyentes en la poesía lírica contemporánea. Su obra poética se caracterizó por su sensualidad y su habilidad para explorar temas amorosos y eróticos con elegancia y profundidad, aunque también se centraba en hablar de su ciudad natal, Matanzas, o temas políticos. El estilo de su poesía bebe de diversas fuentes, de las cuales resaltamos las tres más relevantes: la corriente neorromántica de la lengua española, el surrealismo y el coloquialismo cubano. Sus poemas se caracterizan por una abundante presencia de las emociones personales, enfatizadas y resaltadas por un claro sentido de la estética y una conciencia poética bien definida.

Carilda Oliver: Adiós al tiempo de la herida que borraré.

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TE BORRARÉ CON UNA

ESPONJA DE VINAGRE

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Te borraré con una esponja de vinagre,

con un poco de asco.

Te borraré con una lágrima importante

o con un gesto de descaro.

Te borraré leyendo metafísica,

con un telefonazo o los saludos

que doy a la ceniza;

con una tos o un cárdeno minuto.

Te borraré con el vino de los locos,

sacándome estos ojos;

con un varón metido aquí en mi tumba.

Te borraré con juegos inocentes,

con la vida o la muerte;

¡aunque me vuelva monja o me haga puta!

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GUÁRDAME EL TIEMPO

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Vuelves a renovarme el don perpetuo.

Otra vez eres ése

que me enseñó las señales del alba,

el que salvó una hormiga en el borde del vaso.

Vuelves para pedirme que reúna

la corte de los gatos,

que te ampare de aquel golpe en la nuca,

que te dé mi tristeza como un sorbo,

que te recorte alguna uña,

que me moje de ti,

que te alcance el café,

que no oscurezca,

que me case contigo esta noche otra vez.

Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,

Necesitamos una cita,

porque

¿a quién le doy tantas caricias

que sobraron,

aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?

¿A quién le cuento

que he planchado, creyendo que era tela,

tu perfil de muchacho?

¿A quién convido ahora con mis piernas

y le enseño el jazmín que nació anoche,

y le pongo una abeja a que lo pique,

y le saludo la inocencia?

¿A quién le miento y juro,

a quién le tiro un pan contra la oreja,

a quién le digo que lo odio,

y luego, que lo amo?

¿A quién le digo hijo,

y me lo paso por dentro como un trapo?

Sé bien que estás metido en nuestros átomos,

que te mueves en ese aire que espantó estas páginas

que observas desde los retratos,

que te has caído hoy contra mi pecho

y para que seamos uno solo

hasta este propio corazón

me lo has parado;

sé que estoy muerta

soñando que te busco por el cuarto.

Guárdame el tiempo.

Guárdamelo.

Estoy segura de que puedes.

Así no ha de caer la luna

ni tendrás que morirte en la mañana

y el jueves será eterno

y te besaré siempre como el veinticuatro

de septiembre

de mil novecientos ochenta y uno.

Guárdame el tiempo,

guárdamelo.

¡Qué no pase ni un minuto,

que nada ciego nazca,

que no se invente un aparato de tortura

ni estalle otra contienda contra el hombre;

que no cacen más pájaros,

que no se malogre la pureza,

que vuelvas

a ser

y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,

a mis harapos!

Guárdame el tiempo,

guárdamelo.

Te lo pido con rabia,

con ternura,

con todo lo que no es palabra.

Para que siempre seamos lo estupendo:

hombre y mujer

girando,

nueva especie del mundo;

ya casi un milagro.

Pues me han salido en la cara tus ojos

y a ti en el rostro mi boca,

y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira

ni cuando tú me besas

si soy yo quien te ha besado.

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ADIÓS

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Adiós, locura de mis treinta años,

besado en julio bajo la luna llena

al tiempo de la herida y la azucena.

Adiós, mi venda de taparme daños.

Adiós, mi excusa, mi desorden bello,

mi alarma tierna, mi ignorante fruta:

estrella transitoria que se enluta,

esperanza de todo por mi cuello.

Adiós, muchacho de la cita corta;

adiós, pequeña ayuda de mi aorta,

tristísimo juguete violentado.

Adiós, verde placer, falso delito;

adiós, sin una queja, sin un grito.

Adiós, mi sueño nunca abandonado.

Carilda Oliver (Matanzas, Cuba, 1922 - 2018). Fue una poeta cubana que, a lo largo de su vida, se convirtió en una figura icónica en la literatura cubana y una de las voces más influyentes en la poesía lírica contemporánea. Su obra poética se caracterizó por su sensualidad y su habilidad para explorar temas amorosos y eróticos con elegancia y profundidad, aunque también se centraba en hablar de su ciudad natal, Matanzas, o temas políticos. El estilo de su poesía bebe de diversas fuentes, de las cuales resaltamos las tres más relevantes: la corriente neorromántica de la lengua española, el surrealismo y el coloquialismo cubano. Sus poemas se caracterizan por una abundante presencia de las emociones personales, enfatizadas y resaltadas por un claro sentido de la estética y una conciencia poética bien definida. Carilda Oliver: Adiós al tiempo de la herida que borraré.