LA EXPERIENCIA DEL HACER(SE)-CUERPO EN ANASTASIA Y LA MIRADA DE LAS 1000 YARDAS
Anastasia y la Mirada de las 1000 Yardas es el último libro de Melissa Olivares. Poeta limeña actualmente residenciada en Granada, España. El libro que nos trae a colación se presenta como una experiencia más allá de lo puramente verbal, en él hay una serie de juegos entre el diseño y la ilustración, que, lejos de ser un mero ornamento, son parte consustancial de la experiencia del libro. Las ilustraciones a mano, que hacen un guiño al clásico dibujo anatómico de los manuales de medicina, suponen la puerta de acceso a la problemática que se corporeiza en el largo poema que compone este libro: la enfermedad y el duelo.
I
Permitiendo entrever que el lenguaje hace cuerpo más allá de la imagen, los siguientes versos funcionan como una invitación a un umbral de dolor, a la apertura de lo no-imaginable-real que detiene la mirada:
“Mientras las suturas metatársicas de mis huellas
esperan un sendero de tu mano
Aún te espero con la necrofilia de aliado y el
espasmo de cuento.”
Así, este pisar se presenta como un agenciamiento cinético sobre la palabra, dando cuenta de una espera que se prolongará hasta el final del poemario, para que cuando lleguemos al último poema seamos invitados, nuevamente, ahora con otra carga de sentido, y llenos de terror, a empezar de nuevo, a regresar indefinidamente a esta sensación de espera y vacío, a leer este cuerpo a la inversa, de lado, transversalmente, como las líneas de fuga que se desprenden de las ilustraciones que componen el libro.
Me gustaría invitar al lector a detenerse en la experiencia del hacer(se)-cuerpo que nos propone Melissa con su libro. Regreso con esto a la idea planteada arriba, cómo el lenguaje es capaz de hacerse cuerpo, y cómo a su vez el cuerpo se resiste-resiente ante el embate de las palabras, cómo cada órgano o la falta del mismo deviene lenguaje. Devenir que a la vez es cárcel y plano de movimiento; el lenguaje del poema se hace obra, el cuerpo se funde en ella y la fractura, contra todo lenguaje, contra todo decir.
La poeta venezolana, Hanni Ossott define perfectamente esta experiencia:
“¿Cuánto de un cuerpo fragmentario habita la obra? Cuerpo en resistencia a ser dominado por el habla, cuerpo en oposición a lo evaluativo del saber. . . cuerpo en pugna contra la prisión de los códigos.
El universo del cuerpo lacera los soportes de que se vale la conciencia, derrumba muros y avanza impune contra todo lenguaje. Por la obra, el cuerpo reencuentra su espacio, pero por ella descubre también su cárcel y su límite.”
Así ocurre con el cuerpo del libro, se abre y cierra, se cansa, se oculta, y cuando ya estamos verdaderamente exhaustos, desprende esa luminosidad particular que emanan los cadáveres, y que muchas veces es difícil de comprender. Esta luminosidad casi sagrada nos es mostrada de una manera similar a la que nos plantea Viel Temperley en su hospital británico:
“Estoy aprendiendo
a jugar con el cielo”
.
.
II
Si tuviese que definir el libro con dos adjetivos, diría que es lacerante y ventricular. En primer lugar, la herida del cuerpo que se hace texto nos lleva dentro de lo que me gustaría llamar “los agujeros de la liebre del cadáver”. Seccionándonos parte por parte en su lenguaje particular y único, en su laberinto de definiciones clínicas y patológicas, con el cual el libro finaliza esa curiosa fábula sobre la enfermedad y la muerte, y que se abre con un diagrama nosográfico sobre este oscuro cuento de hadas. Y, en segundo lugar, ventricular, puesto que cada fragmento de este libro nos conduce hacia un mismo centro: el corazón de la obra, ese lugar particular al cual todos alguna vez llegamos, o llegaremos, tocando las puertas de cielo a ver si alguien nos contesta.
Anastasia y la mirada de las 1000 Yardas es un libro de una drástica espesura, supone al lector un trabajo de paciencia y temple, de rigor ante todas las referencias, que van desde unos básicos Levis 501 hasta la hipovolemia verbal. Este libro es Vietnam, Saigón, Apocalypse Now, la mirada perdida de quien se detienen por un momento a observar, simplemente a observar.