EL SUEÑO DE UN CANINO
He dejado de escribir,
hay veces en que mi cabeza me abruma tanto,
que el silencio me busca desesperadamente,
incluso hay veces que me escucho hablar y mi voz me aturde,
pero creo que me he acercado más a la involuntaria
y nítida experiencia de evitar simbolizar mis sentimientos,
de pasarlos a palabras, de callar
y al tiempo no saber si lo sentí incluso.
Hay veces que me cuesta reconocer los sueños de la realidad
e irónicamente creo que eso es lo que me mantiene cuerda….
irónicamente, los sueños nos mantienen cuerdos
—un señor que tenía tres higos mágicos y sus sueños,
sueños que se hacían realidad al comer los higos,
el perro se comió el último—
Tal vez esta realidad es la que soñó,
tal vez somos su sueño,
el sueño de un canino.
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SOBRE LA VIDA
Loco en cautiverio,
resiliencia de la flor marchita,
búsqueda de lo non oscuro,
profundo canto azul del ser.
Me siento sobre un marzo poco, poco, poco,
grita sobre mis oídos,
no a un lado, no detrás,
sobre es lo que dije, sobre mis oídos,
esos dos papeles que cuelgan de la ventana,
de mi cabeza que quien sabe de dónde diantres se agarran
pero como móviles se agitan con el viento
y canturrean sobre las nubes de mis confusos pensamientos.
Flor marchita —si, decía—
flor marchita que como actividad favorita
busca ser semilla nuevamente,
caer y renacer una y otra vez,
que cómo adjetivo favorito se adjudica lo marchita,
lo desfavorable,
la infortuna del tiempo,
de lo salvaje,
de la vida.
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NUBES
He inundado las tierras que me habitan,
las llanuras y los cerros parecen hoy lejanos,
detrás de aquel cerezo con hojas encriptadas,
me encuentras todavía.
Soy la gota, la lágrima y el vapor de un suspiro triste
que tras la fuerza borrosa de sequía
llega al cielo aglomerada, acongojada,
sufriente de agonía,
convertida en nimbostratos,
suspendida del velo cristalino.
Ligera, cambiante, indecisa.
La mar me rodea,
península sensible,
nube polar enraizada.
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MIGRAÑA
Centinela de un espíritu que corre, que si por deporte,
que si por el tiempo, que si por la vida.
Más alebrestada que salvaje
Más aprendiz que guía.
Se alborota con los cánticos nocturnos de los lobos citadinos,
de los parques enmarañados de hojas secas y ruidos amarillos,
con los blancos siempre blancas especias más agua floral.
Y si de sumas se trata siempre de números primos,
y si de números primos, siempre pares, colorados y espumosos;
de esos donde el abismo se encuentra con el infinito
y las múltiples versiones (,)
con las palabras no escritas y las voces que le han pronunciado,
ventanas afinadas y el eco que nunca se acaba.
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SOLEDAD
La soledad es amarilla,
le gusta bailar y le choca llevar el ritmo,
anda desnuda por la vida a excepción de los calcetines,
le encanta estar descalza pero le gusta menos que estar fría.
Su cabello es largo y negro y tiene la nariz aguileña,
es larga, muy larga
y si de algo está segura
es que está segura siempre porque se tiene a ella.
Le gustan las teclas negras por cuánto escala pentatónica
y ama con todo su corazón improvisar sólo sintiendo su cuerpo.
Le gustan las tonalidades menores y el góspel.
Sus orejas sobresalen su cabeza
y si algo no soporta son las cosquillas en el paladar.
Le gusta sobremanera contar sus pasos y no le gusta mirar atrás.
A veces usa botas cuando va a mirar al mar,
le asusta hundirse en su propio llanto
(cabe decir que llora seguido)
pero no le asusta llorar…