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El propósito de la poesía es recordarnos
lo difícil que es ser una sola persona;
nuestra casa está abierta, no hay llaves en las puertas
y los huéspedes invisibles entran y salen a su antojo.
Lo que estoy diciendo, es cierto, no es poesía,
pues los poemas deben escribirse rara vez, con renuencia,
bajo presión insoportable y sólo con la esperanza
de que los buenos espíritus, no los malos, elijan que seamos su instrumento.