Fernando Valverde (Granada, España, 1980). Es probablemente uno de los alientos de mayor impacto en nuestro idioma actualmente. Ganador de múltiples premios a nivel internacional, profesor emérito de distintas universidades en los Estados Unidos y uno de los estudiosos más reconocidos en el ámbito poético.

Fernando Valverde: Nada es la espuma del mar sin el último sueño que he soñado.

LA POESÍA MUERTA

Traigo una pena antigua como un sapo,

un país que es ceniza,

una radiografía que muestra la tristeza,

un cuerpo moribundo,

un guante solitario

como el último día de un invierno.

Traigo un puente sin río,

un arrepentimiento sin memoria,

un vaso que giré para guardar

la noche en que te fuiste,

un domingo cualquiera con su misa

y sus mendigos ciegos.

Traigo todo lo poco que he podido

salvar de mi avaricia,

un ramillete negro de amargura,

un tenedor que un día probó el polvo,

un espejo que vio la pena de mi madre,

una cama pudriéndose debajo de la lluvia,

el tiempo insuficiente,

un relicario con un mechón de pelo

de un poeta o de un santo.

Traigo una muchedumbre silenciosa,

una rara edición del purgatorio

donde pude encontrar

la poesía muerta por mi culpa,

una lista de nombres que fueron mis amigos,

un cascabel con una pena dentro,

una promesa al pie de una montaña

junto al último sueño que he soñado

en el lado más frío,

una alfombra más grande que los cuerpos

rodando por el suelo,

un árbol borrascoso,

un catecismo antiguo robado de un colegio,

un mar que ya no puede ser el mar,

un papel arrugado en el bolsillo

con una dirección que no conozco,

un sábado ignorante de la sombra,

una rima de Bécquer revolcándose

dentro del corazón de una muchacha,

el amor que no puede llevar hasta tu boca,

una noche más larga que la noche,

un poema que he escrito muchas veces

con distintas palabras.

.

.

LA CAÍDA

A mi madre.

¿Recuerdas cómo mueren los pelícanos?

Bajo el sol de la tarde

que golpea la costa del Pacífico

el agua los engulle como al plomo.

Nada puede salvarlos.

Hay tanta dignidad en el vacío,

tanto amor en sus vuelos,

que en el último instante escogen el silencio.

Sólo queda

el golpe de sus cuerpos contra el agua

como un rumor de viento imperceptible.

Desde esta habitación no puede verse el mar,

no existen altas rocas y no queda horizonte

que no hayan destruido.

No importa,

intuyes un rumor en esta noche negra,

puedes tocar su brazo.

Recordarás entonces, al percibir el frío,

que en otoño ese mar que tanto amas

se vuelve gris y deja

los nombres del pasado escritos en la arena.

Te has sentado a mirarlos.

Frente a ti,

torciendo el horizonte,

un niño se sumerge entre las olas.

El levante, tan cálido y perfecto,

lo traiciona y lo empuja.

Has venido a salvarme.

Tus brazos,

tan frágiles ahora,

cubren el cuerpo de mis nueve años

hasta tocar la orilla.

Es cierto,

desde esta habitación no puede verse el mar

pero tiemblan mis manos igual que aquella tarde.

Ahora cojo las tuyas,

siente cómo te amo,

cómo salvas mi miedo con tus gestos,

cómo tienes la vida sujeta entre los dedos.

Deja a un lado la carne,

has golpeado tanto tu rostro contra el agua

que la luz se ha quebrado.

No hay estrellas debajo del océano.

Abre los ojos,

es tan ciega la muerte que el temor te confunde.

Abre los ojos,

búscame ahora en medio de este océano,

voy a agarrarte fuerte con mis brazos,

siente cómo te aprieto,

busquemos nuestra orilla,

el mar no ha dibujado nuestros nombres,

es hoy, no somos el pasado,

es salado el sudor,

es la espuma del mar contra las rocas

este miedo en tus labios.

Nos espera la vida.

.

.

UN LOBO

Dentro de este poema pasa un lobo

que deja sus pisadas en la nieve.

Sigiloso y hambriento,

recorre una ciudad

que miró confiada hacia el futuro.

Hoy han bajado todas las persianas.

Es tarde,

trato de no hacer ruido

y que avancen los versos como pasan los días

para que el lobo escoja

un camino que lleve a otro lugar,

una presa más débil.

Pero en este poema espera un lobo

que ha venido a buscarme.

Aunque intente estar quieto y no hacer ruido

salta por las palabras un recuerdo

que me arranca un aullido y me devora.

.

.

RESTA

Puedes contar la pena.

Es todo cuanto tengo.

Para llegar aquí la vida he malgastado.

Yo también tuve un río y una barca

con sus nubes mirándome

y una boca trayéndome la lluvia

y un pájaro de niebla

y un relámpago.

Puedes contar la pena,

es una sola pena.

He malgastado todo lo demás.

.

.

LA APARIENCIA

Una ciudad enferma es un invierno frío,

un invierno tan frío como el dolor sin viento,

un rincón es un verso,

un huracán un águila,

agosto una mentira.

Las cosas nunca son lo que parecen.

Lorca es la luna quieta.

sobre el estanque rojo,.

Neruda un animal.

que se retuerce y llora.

Tampoco los poetas.

Borges cogió del tiempo su descaro,.

Vallejo jamás leyó a Cernuda,.

Cernuda nunca quiso una mirada.

que pudiera salvarle,.

Miguel Hernández tuvo.

en su mano un fusil,.

y Alberti que fue un pájaro.

azul como las olas…

Los poemas que duelen son de todos,

la razón de los días está en ti,

el tiempo no comprende la existencia,

y la ciudad aún duerme,

todos duermen…

La noche es un lugar para el olvido.

La niebla nunca suele acomodarse,

los barcos que se hunden son ciudades

en el fondo del mar,

la música es el eco de un lugar muy profundo,

las palabras son cofres que contienen

una parte de ti que pretende ser pájaro.

Y hay un lugar que tiembla,

los lugares que tiemblan son paisajes,

paisajes parecidos a septiembre,

cartas que son espera,

direcciones de viento que procuran

recibir un adiós cuando es octubre

y nada se parece al equilibrio

de aquello que has amado.

La muerte es un instante que ya es nuestro,

el frío una razón para sentir

el calor de los otros.

Nada aquí se parece a su contrario,

este dolor tan simple es un desierto.

Fernando Valverde (Granada, España, 1980). Es probablemente uno de los alientos de mayor impacto en nuestro idioma actualmente. Ganador de múltiples premios a nivel internacional, profesor emérito de distintas universidades en los Estados Unidos y uno de los estudiosos más reconocidos en el ámbito poético. Fernando Valverde: Nada es la espuma del mar sin el último sueño que he soñado.