I
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Recorro tu cuerpo para darle tiempo
a mi fantasía.
Mostrándote, con tus delgados vestidos,
me abrazas con las piernas
y me haces prisionero de tu sexo…
Llenas la humedad de este momento.
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**
Ella dejó al descubierto sus senos
para sentir las manos de quien sabe acariciar.
Ambos dirigieron sus sueños
para hacerlos realidad sobre las sábanas
que esperaron ansiosas
el encuentro de los cuerpos.
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***
Él, con su pene, acariciaba
sus pechos divididos
y el tiempo convertía ese momento
en una danza erótica
donde los sentidos de ambos
enloquecían
estallando en una comunión
de alaridos.
Sus lenguas se extendieron
en todas direcciones
para, así, ser testigos
de un nuevo placer compartido.
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****
El silencio de la cantina lo hizo regresar
a su último trago de mezcal.
— ¡Ya vamos a cerrar!,
le dijo el mesero amablemente.
Salió a eso de las cinco de la mañana.
Volteó para ver por última vez
—al menos ese día—
la cantina que le había dado la oportunidad
de soñar con ella.
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II
Pasadas las diez de la noche,
terminó la disputa de fuerzas
sin un vencedor.
—Los dos perdieron—
Ella no esperó un minuto más
y salió de su casa.
Sin rumbo, caminó
tratando de olvidar todo
lo sucedido.
Por un momento pensó
en no regresar jamás,
pero llevaba como equipaje
una maleta llena de esperanzas
y sueños.