EL LUGAR QUE ES NUESTRO
1
Observo el tropiezo del segundero en el reloj.
Me observo en ese ciclo que siempre avanza
pero sólo para volver al mismo punto
y dar una vuelta más.
Cada tanto se vuelve uno en otro cuerpo
pero nunca ocupa el mismo lugar.
2
En ese espacio,
entre las dos manecillas que se encuentran entre sí,
únicamente por voluntad del tiempo
te recuerdo
y sólo entonces
abrazo el tropiezo.
.
.
MIGAS
Siempre tuve miedo a perderme.
Me aterra la idea de no saber dónde estoy,
de tener que ir a buscar un nuevo hogar
por no saber encontrar el mío.
De niña aprendí a dejar pedacitos de mí
en el trayecto de cada viaje,
-como carnada-
para poder reconocer el camino de vuelta a casa
en caso de tener que volver sola.
A veces olvido que hubo trozos que nunca pude recoger
por haber tomado otra ruta.
De tanto que he migrado,
mi recuerdo queda como una huella a la mitad,
siempre diferente en cada lugar.
Por un tiempo las personas tuvieron nombres de calles,
memorizar sus rostros era reconocer sus banquetas y baches.
Las luces rojas me hacían titubear:
el camino a casa no puede tener solamente un nombre correcto.
Todos los lugares dejaron de ser mi hogar
en el momento en que di el primer paso dentro.
Saber por dónde voy es aprender a volver:
ir hacia adelante
es volver a mí.
Por eso
reconozco más fácilmente el camino a casa que mi casa misma:
no puedo perderme.
Quienes dicen que pueden tienen suerte.
Debe ser más sencillo no encontrarse en el espejo
que no poder escapar de él.
.
.
ENCIERRO
Tu abrazo es una habitación de tres paredes,
una ventana
y una salida de emergencia.
Y es que aunque el amor sea pórtico,
candado
y llave;
he estado de cara a la puerta
y he olvidado
cómo usar el cerrojo.