ERRANTE EN EL LABERINTO DE TUS LÍNEAS
Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros;
hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua;
en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar
un mundo sin libros.
Jorge Luis Borges
Te muestras ante mí,
desnudo, sin velos, sin filtros,
abierto a lo que quieras mostrarme.
Y me dejo atrapar en tus mares
destapados de cielos,
para beber la lluvia que proclamas
más allá del infinito.
Eludir el tiempo es la forma de aliarse contigo,
desafiar la razón y asumir
que cualquier lógica tiene cabida.
Todas las dudas se desvanecen en tu mirada,
toda la rabia se ahoga en tus fuentes,
todas las esperanzas se alcanzan en tu abrazo.
En luces forjadas de horas y días
desnudas espejos desde el templo sereno
del silencio donde habitas,
para saciar mi sed
y alimentar mis ganas.
No existen el tiempo ni el espacio
en esta simbiosis perfecta
que ambos formamos.
Tú, el viajero sin fin que se erige eterno
desde otra dimensión,
el refugio tantas veces
de momentos callados.
Y yo como una gota efímera,
errante en el laberinto de tus líneas,
recorro tus abismos para devorar
uno a uno los deliciosos trazos de tu memoria.
.
.
OLOR A SAL DE LA OTRA ORILLA
A menudo me sorprendo mirando hacia poniente.
Bebo la brisa y el olor a sal de la otra orilla.
Emerge de pronto tu silueta dibujada
sacudiendo el barro de décadas ausentes
y clama al dios de los deseos que habita en las entrañas,
el amanecer de un despertar cuajado de azules.
Abro los brazos, estos brazos insuficientes,
que queriendo ser alas, sienten el latido
de unas manos sedientas que conjuran plegarias
al árbol silencioso de los anhelos.
Indiferentes, las olas de este mar
siguen besando la arena
como si el aire fuera
un paréntesis del tiempo
y sigo sentada en esta orilla
sorbiendo minutos de nostalgia
con una plegaria incesante
que implora el desplegar de unas alas
que levantan el vuelo
hacia el otro lado del sol.
Todo es tan extraño que hasta parece real.
.
.
¡¡QUE IMPORTA!!
Qué importa una vida o dos o un millar.
Qué importan las risas apagadas
bajo una nube de escombros.
Qué importa si el alegre griterío de los niños
en la escuela, ahora son llantos de misil.
Qué importa si la sangre inerte,
bebe el barro de un suelo masacrado.
Qué importa tu cuerpo frío
abatido por una bala.
Resulta fácil alzar la voz crispada
y abogar con manos salvadoras
delante de los tele-informativos,
mientras florece el rojo espigado
de las amapolas.
Curiosamente, es el rojo
el color del amor,
de la vida…
y de la guerra
¡¡Pero eso, eso qué importa!!