MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO. Poeta, traductora y docente universitaria argentina radicada en Italia. Sus poemarios: Las voces de las hojas (1998), Poética ambulante (2003), Los pliegos obtusos (2004), La única puerta era la tuya (2015), El cielo entre paréntesis (2017), Finlandia (2021 RIL Editores), Principios y continuaciones (Pre-Textos, 2021). Se encuentra en prensa su poemario Las cosas que compramos en los viajes (Granada, Esdrújula Ediciones, que obtuvo el XXIV Premio Internacional Ciro Mendía en Colombia, con el nombre Un cielo para los gatos). A los 17 años recibió el premio de ensayo literario otorgado por la UNESCO en conmemoración a la caída en batalla de José Martí, que implicó una estancia en Cuba. En 1999 y 2000 obtuvo el primer premio de poesía en el certamen mostrARTE de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. La revista argentina Plebella la incluyó en 2008 en la categoría de “Poeta revelación” y fue incluida en el volumen Plebella 25 números. Antología de ensayos, poemas e ilustraciones 2004-2012 publicado por EUDEBA (2013). Es traductora de poesía contemporánea italiana.

Marisa Martínez Pérsico, Invertir la vida en alguien hace que las preguntas fracturen la memoria.

DUELO DE PERITOS

No hay nada que un hombre no le haría a otro. 

Carolyn Forché

La mató la fractura de una piedra en la boca.

Más tarde fue violada viva en una fiesta. 

«Murió de sobredosis»

dijeron los peritos, finalmente. 

En la puna los astros aullaban por la niña 

como perlas rasgadas. 

El soldado habría muerto después 

de tropezarse. ¿Qué insensato le habló de libertad? 

Le bordaron a golpes las costillas. 

Para algunos «fue un mártir necesario».

La modelo resbaló de la azotea,

en la finca alquilada por el novio. 

«Su amor era tan puro», contaban los vecinos. 

«Al caer al vacío estaba muerta», decían en la morgue.

Se suicidó el fiscal. Pero más tarde se habló de un asesino. 

La autopsia confirmó que le pegaron. 

Un cuchillo de orquídeas oxidadas. 

Y un disparo en la sien. 

Los filósofos acusan a los dioses:

¿cómo permite, un demiurgo, tanto sufrimiento? 

«Si quiso eliminar el mal pero no pudo, es impotente»

«Si no quiso, es malvado»

«Si no pudo y no quiso, es malo y débil»  

Descartes habló de un genio sucio. 

Otros cuentan historias de deidades que pactan con el fuego.

La modelo, el soldado, el fiscal y la niña 

han mirado la cara de los lobos

y no ajustan sus cuentas con fantasmas.  

Desde arriba, 

Dios observa la masacre de sus títeres

con los hilos cortados. 

.

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MARINA TSVETAEVA PIDE TRABAJAR DE LAVAPLATOS

La poeta acaricia las costuras 

de sus versos antiguos.

Parábolas, signos, planetas, campanarios.

Las estrellas violeta de su casa en Tarusa. 

Recuerda que supo ser feliz

allí donde ahora toca 

follajes mutilados de luz,

endechas mariposas que traspasan 

el aire con muletas.

«Pido empleo en el comedor de Litfond que va a abrirse»

Aprendió que el apego es un asunto de tiempo. 

Hace falta invertir tanta vida con alguien,

corroerse despacio en el reposo,

en la obtusa tubería de los años,

y ya no tiene días, 

ni ganas, 

ni fuerzas suficientes. 

Se acostumbró a esperar el alba entre los dedos 

contando fuselajes desde el techo para medir el hambre.

A canjear pertenencias por comida.

A ser invierno en medio del verano.

«Que no me entierren viva» 

«Que mi hijo, el aviador de cometas, no me piense»

Ya le es indiferente 

dónde sentirse sola.

.

.

UNA FAMILIA

Hubo un tiempo 

en que el mundo tenía 

dos verdades.

Mi padre nunca se dejó crecer la barba.
Jamás nos pidieron documentos.
«¿Qué nos pasó en aquellos años de vuelos peregrinos?»
empecé a preguntar, cuando aprendí a leer. 
«Todo normal», fue la única respuesta.
«Los lápices escriben lo de siempre»

Crecí como una despojada del entorno 
entre la negra noche de los libros 

y aquel diáfano 

limbo de mi infancia.

Una tarde volví con mis preguntas.

La paz 

no debiera ser completa
mientras cueste el silencio 

de los otros.

Cómo eran los vecinos.
Sus costumbres, su ropa, sus palabras.
Dónde estaban ahora.

«Había una familia», me dijeron.
«Si tu hermana iba a jugar al patio se ponían alerta»
«El hijo nos pedía el teléfono»
«De pronto los dejamos de ver»

Esas pudieron ser nuestras baldosas. 

Las llamadas y un delta, mi verdad.

Rara vez las preguntas nos dejan como antes.

A veces fracturan la memoria

para no regresar.

MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO. Poeta, traductora y docente universitaria argentina radicada en Italia. Sus poemarios: Las voces de las hojas (1998), Poética ambulante (2003), Los pliegos obtusos (2004), La única puerta era la tuya (2015), El cielo entre paréntesis (2017), Finlandia (2021 RIL Editores), Principios y continuaciones (Pre-Textos, 2021). Se encuentra en prensa su poemario Las cosas que compramos en los viajes (Granada, Esdrújula Ediciones, que obtuvo el XXIV Premio Internacional Ciro Mendía en Colombia, con el nombre Un cielo para los gatos). A los 17 años recibió el premio de ensayo literario otorgado por la UNESCO en conmemoración a la caída en batalla de José Martí, que implicó una estancia en Cuba. En 1999 y 2000 obtuvo el primer premio de poesía en el certamen mostrARTE de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. La revista argentina Plebella la incluyó en 2008 en la categoría de “Poeta revelación” y fue incluida en el volumen Plebella 25 números. Antología de ensayos, poemas e ilustraciones 2004-2012 publicado por EUDEBA (2013). Es traductora de poesía contemporánea italiana. Marisa Martínez Pérsico, Invertir la vida en alguien hace que las preguntas fracturen la memoria.