NOTAS PARA UNA POÉTICA EN TIEMPOS DE GUERRA
La poesía es un oficio inútil —por fortuna— no sirve para nada, lo que la pone a salvo de burócratas, mercanchifles de muy diversa índole, agentes policíacos, criminales de guerra y delatores. Pero sirve, también, la poesía para todo. Es un oficio esencialmente humano, demasiado humano, tal vez, incluso el más humano que pudiera darse. Tal vez, por eso es que son pocos los llamados a ejercerlo. El poeta está, desde la realidad en que está ubicado, entre la profecía y la magia, entre el encantamiento y la hechicería. Es en el mundo, pero está, a la vez, más allá de este mundo. Más bien, no está en ninguna parte, sino, a lo mejor, en todas. El poeta es un veedor, que ve lo que los demás no vemos.
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ALGO CRUJE
Algo cruje; ciertamente algo cruje.
Madera o mundo o muerte ya cansada
cruje;
ciertamente algo cruje, roe campanas,
masca niebla; algo mastica huesos
de angustiadas palomas.
Algo cruje; ciertamente algo cruje:
caen sonidos o golpes de azadón
o alguien escombra piedras
o quién va hacia mi hueco,
pero no, y sigue de largo.
Ciertamente algo cruje, algo en alguna parte
se está muriendo a escombros,
algo se está viniendo abajo.
Tristeza o soledad o rabia oscura:
qué desolado mundo sin ti se desmorona.
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EL TURNO DEL AULLANTE
I
Lo furioso, lo verdaderamente animal
que me sostiene, lo que me guarda en pie
con el rencor crecido, esto como de hueso,
como de dientes que se muerden
después de haber mascado el polvo,
esto de sangre, esto de grito ahorcado
como un aullido en la garganta,
esto como un muro, como un sollozo
largo de noche sin hogueras, lo animal,
lo verdaderamente bronco que me duele en los ojos.
Dije que el mar es algo así como esa diaria muerte
de mi cuerpo. Hoy me sale lo bronco
y me revuelvo, hoy me sale lo herido
y me desgarro —perdón por esta forma
de amargura, pero es que hoy
de muy adentro me sale lo animal desbocado,
la verdadera furia que me empuja:
esto de maldecir espinas
lo formalmente triste,
lo exactamente amargo como el llanto.
Ahora me vuelvo y me despido y me regreso.
Voy a buscar mi sombra entre la sombra,
porque mordí sin tiempo un corazón de niebla,
y lo bronco,
lo verdaderamente animal que me sostiene
está dolido.
*
“A veces, en voz baja, los poetas muertos leen para los poetas vivos sus poemas desde el fondo, los escuchan desde el fondo del silencio, y entonces sí, las veladoras cumplen su trabajo, y el mundo resplandece”.