EL DON Y LA MALDICIÓN
Su piel huele a manzanas y reconciliación. Él siempre sueña con los sueños
proféticos. En su mano tiene el cuerpo de Eva, al cual no debe morder.
Extraña a Lilit demasiado. La fragancia de la carne floreciente se extiende
despacio por los valles. Eva, lo está llamando. El prohibido aliento
en la furia loca de una mujer floreciente. Maldita sea. Es solamente un
sueño, no hay nada que él podría hacer, por eso, muerde. Los zumos se
fugan, es solamente un sueño, por el pecho del varón la sangre pasa deprisa,
gotean los sentimientos antiguos, un sueño, es un sueño, retorna la
impresión de la primera felicidad, respira más rápido, silenciosamente,
sorbiendo para absorber las fantasías mágicas, pero con cada instante
siente más el cargo de un deseo inmaduro.
Maldita sea. Muerde. Pero con cada piel se parece a una sombra comparada
con la de Lilit. Para él nunca era tan difícil despertarse en mayo.
La tierra debajo de sus pies le avisa que está despierta y húmeda. Adán toma
la hoz y recuerda que, por un instante, estaba otra vez en el Paraíso, pero con
Eva. En la Tierra, por lo menos, existe una esperanza salvaje que algún día
volverá a cautivar a Lilit, y que en algún sitio debajo de la Luna llena,
besará con dulzura las fases lunares bajo su pecho, antes de que se escape
de nuevo de sus manos por un periodo inmenso.
Él siempre sueña con los sueños proféticos.
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EL RÍO
Me dijo que
esos ojos penetrantes
no podrían dominar
ni una explosión bajo el agua.
Ahora, sólo la cantidad
de tu amor
puede salvarte
porque sabes mi debilidad.
Dijeron que
detrás de mi espalda
guardo siempre una espada
y busco por dónde
empujarla.
Hace mucho tiempo
sus cabezas habrían volado
de sus hombros
si no fuera por tu bella calma.
Por alguna noche obsesiva
rasgaría un árbol de su raíz.
Por alguna noche obsesiva
tendría Circe de rodillas,
pero yo reiría,
¿Para qué necesito ese poder?
En la pesadilla más loca
nuestros dolores antiguos
se funden
y juntos
detienen el mundo.
Tu esperanza queda
y sea lo único que nos sostenga.
Pero si por sólo un momento
te quedas dormido
y no me vigilas.
Mis ojos desiertos podrían solos,
completamente, quemar el mundo.
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LA MANZANA DE ADÁN
Robaste la manzana de Adán y huiste
a través de una niebla de abrazos.
Tu pelo salvaje, como el tiempo se escapa.
Me robaste el ruido de mi corazón.
El silencio salvaje se burla de Dios.
Aún estoy aquí, hundido en la tormenta.
¿Tienes algún bocado más, Salomé?
Aquí, en el precipicio, todavía cae nieve.
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LA PIEDRA
Él hace un enorme esfuerzo empujando la piedra hacia arriba
con un suspiro doloroso. Con cada paso por la colina, el triunfo
irrompible está más cerca, lo sabe con certeza. Empujando
sus pies sobre la grava, está tirando de los destinos de tantos sueños
y esperanzas llenas de fe a la humanidad y al amor. Él lleva sobre sus hombros
todas las vidas de esos hombres que, como él, también sueñan con el perdón.
Los bordes afilados de la roca hacen grietas en su piel y fortalecen su mente.
Está tirando, otra vez, con las manos desnudas, mientras la colina se queda
escarpada, alta, pero, al mismo tiempo, su determinación queda intacta.
A medio camino, frunciendo el entrecejo, él casi no respira.
Está deteniendo cada uno de sus movimientos en el orgulloso
miedo por donde la piedra se va a deslizar de sus manos
castigadas. El héroe aprieta cada musculo suyo, sólo para guardar su carga.
Poemas de el libro “La manzana de Adán”.
Traducción: Mina Gligorić y Natalija Jovanović.Edición: Javier Gutiérrez Lozano, Natalia Litvinova y Mina Gligorić.