DÍA DEL PADRE
Puedo escuchar la imagen
pero no ver la voz.
En los labios intento entender las palabras.
Recuerdo cada gesto.
Recuerdo cada frase
pero no puedo oírlas aún siendo conocidas.
Todo cuanto precede a los sonidos
se convierte en silencio inaccesible,
como una llamada de teléfono
interrumpida antes del saludo,
igual que el sordomudo
que abre mucho la boca intentando gritar.
Así lo puedo ver.
Y sigo sin oírlo.
Es la voz de mi padre.
Y sigo sin oírla.
EL CERCO EN LA PARED
Sigo sin descolgar
los cuadros de la casa que pronto dejaré.
Guardados ya los libros, la ropa en las maletas,
los vasos y los platos en cajas de cartón
rotuladas para identificar su contenido.
Y los cuadros ahí
mirándose los unos a los otros.
Dialogando entre ellos
les oigo hablar de mí:
—¿Por qué tenemos que cambiar de piso,
por qué nuevas paredes?
Pienso colgarlos todos en lugares distintos
para que se confundan,
para desorientarlos
y que vivan el cambio
como oportunidad y desafío,
que los nuevos paisajes
les hagan olvidar
el cerco que todo cuadro deja al descolgarse
camino de otra vida.
METÁFORA DEL HOMBRE
Hay un árbol doblado por el viento
casi tocando el suelo, deshojado y herido.
Lo imagino hace tiempo, enhiesto y arrogante
desafiando al clima, dando la espalda al mar
y mirando de frente a la frontera
que separa lo propio de lo ajeno.
Seguro que en sus ramas se construyeron nidos.
Seguro que en su tronco
escribieron su nombre los amantes
a punta de navaja.
Seguro que en sus flores se posó alguna abeja
y transportó su polen hacia una nueva vida.
Doblado, no caído, así resiste el árbol,
metáfora del hombre que desde la ventana
aguarda junto a él la primavera.