.
Lo siento, siento haberte hecho sufrir.
Mi trato hacia ti no era justo y aun así te quedaste.
Me amabas y yo te lastimaba.
A veces me pregunto si el haberte tratado mejor
me devolvería tu sonrisa, y si haberte amado plenamente
hubiera hecho que te quedarás.
No soporto la culpa, pero no siento remordimiento alguno.
Quizás carezco de conciencia, tal vez me falta ética,
pero lo que nunca faltó fue tu esperanza,
misma que hacía que no te fueras y al perderla
me abandonaste, dejando atrás todo lo que fue y nunca será.
Lo siento mi amor, pero amarme es tarea imposible
porque yo ni siquiera me amo a mí.
.
.
Qué noche tan silenciosa,
hace contraste con las noches que pasábamos juntos
donde sólo se escuchaban risas.
Hoy me encuentro aquí mirando las estrellas
y su brillo me recuerda a ti. Mientras más observo más estrellas veo,
pero en ninguna te encuentro. Lo siento.
Siento haberte hecho pasar por ese dolor y volverlo a hacer
cada vez que te escribo. Pero sin ti no puedo seguir.
Es la noche, es su culpa,
ella me hace recordarte, extrañarte, pensarte.
Nunca nadie me quitó la paz de la noche,
como lo haces tú.
Te amo, te amé y te amaré.
Mi dulce noche, te extrañaré.
.
.
Nunca sentí algo similar a lo que sentí
al verte por primera vez.
De pronto todo desaparecía y sólo nos encontráramos nosotros.
Jamás me hubiera imaginado que pudiera ser capaz
de sentir algo tan grande, pero hoy sí que no es un sueño imposible;
encontrarte fue encontrar un hogar.
Por mi cuerpo recorre un inmenso cosquilleo
y unas ganas enormes por acercarme a ti.
Mis mejillas se entintan y mis pupilas se dilatan
con tan sólo imaginar tu silueta.
Se me ocurren tantas cosas
que me crecen alas en este cuerpo
de joven ave que apenas soy.
Todo lo anterior a ti desaparece,
no hay piedras ni pesadumbre colgando de mis hombros,
todo se vuelve plumas, como en mis alas,
y va flotando por el aire.
Quizás por ello me atrevo a decir que esto,
en realidad, es amor.