LOS MUERTOS DE QUANG TRI
Esto es peor que contar piedras
en caminos que no llevan a ninguna parte,
como cuando un tigre intenta cazar y retrocede
al oler su propia sangre en el suelo.
El que se arrodillaba junto a la pagoda,
¿te acuerdas? Capitán, no vamos
a hablar de eso. El niño budista
que se ponía en la puerta y a quien le frotábamos
la cabeza afeitada para que nos trajera suerte
brilla ahora como una luna blanca.
¡Está muerto para siempre, maldita sea!
La hierba que pisamos se levanta;
cuchillos amenazando
nuestras partes más preciadas.
.
.
HABER BAILADO CON LA MUERTE
El sargento negro de primera clase
que nos detuvo en la rampa
tampoco besó el polvo.
Cuando dos coches fúnebres brillaron en el avión
y los ataúdes grises y plateados del gobierno
se desplegaron en botes cromados y silenciosos,
él se sintió mejor? La vacía pierna izquierda
de sus pantalones se estremeció como otra carroza
con rines brillantes empujada desde detrás de un edificio…
sus tres hileras de medallas brillaron como arcoíris
sobre el bosque de rostros a través
del vidrio. El sol de la tarde
fabricó escalpelos con el cromado
y el metal. Él medio sonrió cuando
las puertas dobles se abrieron para él
como una boca sin palabras retirando promesas.
Un salón de ojos azules evitó los suyos.
Se quedó ahí, buscando
algo en sus bolsillos:
tal vez el nombre de una mujer y su número
telefónico desgastados como fortuna china.
Yo quería que caminara en frente
que desapareciera a través del vidrio,
que fuera consumido por la música
que podría moverlo a él como Sandman Sims,
pero él apenas se meció sobre su pierna buena
como una campana triste y muda.
.
.
NUNCA SE SABE
Bailó con la alta hierba
por un momento, como si se estuviera meciendo
con una mujer. Nuestros cañones
brillaron blancos de tan calientes.
Cuando lo alcancé,
un halo azul
de moscas ya lo había reclamado.
Arranqué la arrugada foto
de sus dedos.
No hay otra manera
de decirlo: me enamoré.
La mañana aclaró otra vez,
excepto por un lejano mortero
y helicópteros despegando en algún lado.
Metí la billetera en su bolsillo
y lo volteé, para que no estuviera
besando el piso.