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REFLEJO
Mis cuervos desgarran la noche
con su graznido antiguo
que retumba con mi eco las sombras,
espejismo
es la memoria enterrada en el vacío.
La noche derrama sus ojos amarillos
en mi pulso condenado a la caída.
Danzan las siluetas,
espejos desfigurados,
imagino la condena en esta noche,
los colmillos afilados de la luna,
el vaho encerrado de mi aliento
y este mapa sin caminos de vuelta.
No hay salida.
En esta carne,
la permanente incertidumbre
al borde del abismo,
me acompaña, este espejo
y el pasado
en esta soledad, me habita.
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IGNICIÓN
De la penumbra surge el forastero,
ronda solo entre la niebla,
y la noche,
cobijo antiguo
ahora dibuja una hoz
que pide su cabeza.
Los árboles braman
próximos a la guerra,
saben el peligro atemporal
que resguardan las huellas inconclusas
de la bestia
que no nació para este mundo.
Del rayo esquivado surge el fuego,
el único alivio de los hombres,
accidente que transformaría eterno
el miedo de la huida
en la certeza de la sangre.
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LATINOAMÉRICA
A nuestra América
Profanos huesos
que resguardan la historia
brotada de la sangre al olvido.
Nadie recuerda las batallas perdidas
ni la agonía que cabe en la esperanza,
transitamos ciegos,
ajenos de nosotros.
Somos el imperio profanado
que intenta ponerse de pie.
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UN HOMBRE LLAMADO SALVADOR ALLENDE
Las aves del sur,
con plumaje desgastado
añoran migrar al norte
y perder en el vuelo su rastro.
Parvadas periféricas
rodean las fronteras
de una América que no conocen,
en la estela de las aves
la muerte.
Los cazadores del norte,
respiraban en el sur su propia sombra
y en el tiempo
quebraron todas las alas
de libertad en nuestra América.
El 11 de septiembre de 1973,
desde el Palacio de Moneda, en el fin del mundo,
el último vestigio nuestro, Salvador Allende
desbordó su aliento terminal
rodeado de fusiles
sacrificando el presente en busca del futuro.
Ahora, todas las aves
vuelan hacia el sur
en busca de su sangre.
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ALEJANDRA, SUSPENSO INCONCLUSO
A Alejandra Pizarnik
Dibujaba la noche sobre el vaho su aliento
niña taciturna
conocía la agonía palpable del silencio.
Alejandra,
frío en la memoria,
en el final del tiempo
duerme despiadada
la nada.
En el eco retumban
tus gritos encadenados de auxilio,
los oídos que te asecharon sordos
falso cobijo de la sangre
llagas de palabras inconclusas.
Caes, en esta noche
sobre mi sangre.
Ahora, eterna en la memoria
contemplo el mundo con tus ojos
hostil campo de guerra
cenizas
para evitar el silencio.
Ave condenada a caminar,
este mundo es la jaula de los sueños
gravito en el ser que duda de sus pasos.
Veo caer la lluvia con tu ausencia,
y derramas tu reflejo en esta tierra fértil
donde solo brota el frío.
Las palabras han escapado
lapidario silencio.