Sebastián Montiel (Pachuca de Soto, Hidalgo, México, 1989). Maestro en Administración de Negocios, egresado del Centro Universitario Hidalguense. Es autor de “Cataratas del tiempo” (Big Bang, 2023). Escribe poesía y narrativa. Ha tomado talleres de escritura con Diego José, Agustín Cadena, Mijail Lamas, por mencionar algunos. De 2012 a 2013 publicó sus poemas en la Revista Principal de Acapulco, Guerrero, en la Revista TN, en Pachuca, Hidalgo. En 2014 participó en la antología de poesía y narrativa del Primer Encuentro de Escritores Hidalguenses CAF.

Sebastián Montiel: Cada mañana el mar, sereno, se manifiesta.

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MANIFIESTOS

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Manifiéstate

con un corno,

y has caer

densos

manifiestos,

regándolos

a la Tierra:

sus engendros,

sus sombras,

sus memorias,

sus melodías,

sus desolaciones,

sus entierros que pulverizan el olvido.

Manifiéstate,

desde la uña ya cortada,

desde el mar sereno que olean sus ascuas,

desde la justicia de los injustos,

desde una fe en candela y crucifijo,

desde un ciego que contempla con sus oídos,

desde las llagas que asoman en la piel como tragaluces.

Retoma las pancartas del manifiesto

corriendo en las arterias del tiempo;

no pares, no pares

que a los alevosos segundos les vale.

Levanta el asta del manifiesto;

ondea a la muerte,

hazla volar como cóndor,

que se agite su cordura al cosmos

para no sentir su cáustica tristeza.

Manifiéstate desde un sueño,

sigue su lío acechante:

mundo desbordado, ficticio,

que crees y vives;

no despiertes

hasta que sea un caos,

hasta que te levantes besando al susto

en el lecho de la calma.

Por la mirilla del manifiesto:

los embusteros se asoman,

los fumadores se justifican

con el encendedor y el pitillo,

y los pobres acarician su caminata

sin importarles la miseria.

Van y vienen los manifiestos;

se estacionan en todas partes,

rompen silencios,

se destrozan en adyacencias,

vuelan y saltan

de patria en patria.

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EL DESTRUCTOR

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Ahí anda El Destructor

para desafiar las cosas

que tiene a su alcance.

Con sus manos bárbaras

y espasmos alevosos

agarran aquellas cosas,

sin propósitos

las amortiguan:

sus resistencias dicen lo que dicen,

perduran o no,

sólo a la espera

mantiene el basurero

su sauce abierto

para darles la bienvenida

al Holocausto de las Obsolescencias.

Al fin, El Destructor

va a seguir destrozando aquellas cosas que compre o le regalen,

con normalidad sabe que la pena golpetea,

pero, ¿qué hacer si él es reverendo al solapar con rudeza

sus pertenencias?

El regaño de la madre lo ondea en el asta de sus reflexiones,

no le basta con eso, él reitera que sólo es un humano con cuerpo salvaje,

como el tigre que rasga sin entenderlo.

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EL ZANATE EN EL TINACO

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Cada mañana, desde que me levanto,

me dirijo a la sala despejando ventanas,

recorro las persianas

una tras una,

al mirar curioso en una de ellas

veo un apreciado pájaro

de plumaje negro iridiscente,

con cola de diadema gótica,

parado en el tinaco;

moviéndose ahí en busca de algo

despliega sus alas,

quizás esperando a otros pájaros

o que sople la densa brisa fresca del invierno

para que le dirija a un destino eminente,

tal vez; lo veo ahí

intentando dar un mensaje sobre algo,

«supongo»

un místico plan

guarecido en su mente

que no quiere dar a conocer

porque yo lo expiaría,

así me trasformaría como él

y en la plenitud del vuelo andaría de lugar en lugar,

siendo un bandido de comidas

que pudiera encontrar entre los rincones.

Decido salir de casa

para ir a preguntarle al majestuoso pájaro

que denota su elegancia

con el radiante día

consagrado con el espectro de Ahuizotl,

reinando por esa zona idónea para él

siendo como un pantano;

está ahí posando como si nada

en lo más alto de un edificio de cuatro pisos

disfrutando su descanso en el tinaco;

sin avergonzarme,

camino un poco alzando la mirada,

suponiendo que responderá

las interrogantes sugeridas

como cualquier detective lo hace.

Doy unos pasos más

para tratar de estar lo más cerca posible 

a pesar de la distancia desde el suelo.

Al decir «hola» alzando la voz,

el pájaro se apresura a mirarme con reojo

como si no entendiese el saludo estilo militar que le hago.

Él sólo grazna agitando sus alas diciendo: «No te entiendo».

Comienzo a interrogarle curiosamente

sobre qué planes maniáticos tiene guarecidos sin revelar

y cómo los llevaría a cabo durante el resto del día hasta culminar el crepúsculo.

Por casualidad él dice meneando su cabeza: «No te entiendo».

Otra pregunta que surge

y que no es muy común

entre pájaros de su especie,

al menos a ese que veo

con intención de ajetrearlo con contradicciones; 

le interrogo diciéndole si es feliz ser negro

sin importarle el perenne desprecio de algunas gentes

que le han definido por su estridente canto

y por su simpleza;

experto en carrancear comidas:

en los sembradíos, en las basuras callejeras;

hasta en los patios traseros donde come de platos solitarios

servidos de croquetas a perros y gatos,

aguas en bebederos a un lado para que las echen a mojar como galletitas

se los traguen como cápsulas que van resbalándose por su pequeña faringe

sin interesar la hora que emane,

aunque no le importe saber del tiempo

y sea inútil calcularlo.

Aunque piense

que estoy loco hablando con él

y vuelva a acechar hacia mí su mirada como ogro y enfurruña.

 El zanate me dice: «No te entiendo…».

¡Oh, pájaro, qué contundentes repuestas que no esperaba escuchar!

Y se echó a volar.

Sebastián Montiel (Pachuca de Soto, Hidalgo, México, 1989). Maestro en Administración de Negocios, egresado del Centro Universitario Hidalguense. Es autor de “Cataratas del tiempo” (Big Bang, 2023). Escribe poesía y narrativa. Ha tomado talleres de escritura con Diego José, Agustín Cadena, Mijail Lamas, por mencionar algunos. De 2012 a 2013 publicó sus poemas en la Revista Principal de Acapulco, Guerrero, en la Revista TN, en Pachuca, Hidalgo. En 2014 participó en la antología de poesía y narrativa del Primer Encuentro de Escritores Hidalguenses CAF. Sebastián Montiel: Cada mañana el mar, sereno, se manifiesta.