EL JOVEN FRAILE
Y pensar que nadie desabrochará mi camisa
con manos de paloma,
ni hará caracoles en el vello de mi pecho
porque ya tengo un amor que es Todo y Nada…
Y saber que soy un guerrero
que reza como un almendro.
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QUERIDO LECTOR
Veamos cómo acaba todo esto.
Te lo voy a decir por si aún no lo sabes.
No hay una muerte repentina.
Nadie descubre al fin su alma,
ni se enciende una luz, entre otras cosas,
porque al placer le basta su luz propia
y al pecado su sombra le es benigna.
¿Te decepciona un arte así?
Lo siento, de verdad, lo siento mucho,
lamento tu candor
al otorgar a la belleza
propiedades salvíficas.
Esta es la historia de un tiempo
y es la historia de un mundo
que ocurre más acá de tu mirada
hambrienta de emociones humanistas.
¿Te has creído este libro?
¿Existe el personaje que aquí escribe?
La indignación es pura hipocresía.
Desde Aristóteles a Vattimo,
ningún filósofo ha negado
que la felicidad es el motor de la existencia.
Nietzsche, más loco y más sincero,
lo ha llamado placer,
y Bacon ha añadido a ese placer
profundas dosis de tortura.
¿Cambió la vida de alguien un poema?,
¿quizá una sinfonía?, ¿la luz estrepitosa
de Sorolla, por citar un extremo?
Posiblemente sí, pero duró tan poco.
La vida se redime entre las sábanas
sobre las que vaciamos nuestro cuerpo
derramándolo en otro
que se lo bebe gramo a gramo.
Y, puestos a elegir,
yo al menos reconozco mis instintos
henchidos de vigor y precios elitistas.
Todo tiempo es un hombre
y quién no ha sido un hombre de su tiempo
al menos un instante.
Quizá el problema es ese, los instantes.
Si no existe la Historia,
ni hay tampoco un Origen;
si Nadie nos aguarda al fin del mundo,
si en ningún corazón perduraremos
(y cosas del estilo de esos versos
condicionales, cursis y ripiosos),
¿por qué te escandaliza que alguien firme
poemas como este?
Palabras que jamás cambiarán nada.
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ECCE MULIER
A Fina Pellicer
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice
al discípulo: ahí tienes a tu madre.
Jn 19, 26-27
No lo puedo creer:
hemos venido a poner flores y tu madre
me está dando las gracias mientras limpia
la lápida de mármol con tus fechas.
Me está dando las gracias por las horas
aquellas tan felices —Águilas, Sangonera
la Seca, Mazarrón. Higueras y piscina—.
Las horas bajo el mismo sol que alumbra
el Monte Sinaí, Atenas y el Calvario.
Aun oyendo me cuesta
creer lo que es patente a los sentidos.
Y es su fe la que hace
más real lo invisible que los hechos.
Recoge en una bolsa la bayeta
y el pulverizador limpiacristales.
Yo pienso en el realismo
de corte aristotélico e hispano:
al fin y al cabo, Grecia está ahí enfrente.
Solo es cuestión de andar sobre las aguas.