LA SONRISA DEL GATO CHESHIRE
(SOBRE EL LIBRO “TENGO UNA CASA QUE SE LLAMA MICROCUENTO” DE ULISES PANIAGUA)
Hace unos días asistí a una charla on line del doctor en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna (Tenerife), Darío Hernández, especialista en lo que él denomina microficción. Según Darío, esta disciplina está encuadrada en el microtexto; es decir, un fenómeno que se da en la literatura y también en el habla coloquial, a través de refranes, frases hechas, sentencias, spots publicitarios, etc. Hernández habló de micro literatura, pues el microtexto literario abarca todos los géneros literarios canónicos, y aún más. Así, por ejemplo, tenemos en poesía los haikús; en teatro, los sketches; en narrativa, los microcuentos…el microensayo…Está claro que con el prefijo griego micro se hace alusión a la brevedad del texto, sin perder el hilo estructural que los define como género.
En el caso de los microrrelatos o microcuentos (como los llama Ulises Paniagua) existe una estructura narrativa (planteamiento-nudo-desenlace), que a veces se altera como en los cuentos. Aquí, dada la brevedad, como todo el texto podría oscilar entre un renglón o tres páginas, el escritor ha de recurrir a otros recursos, sobre todo a la elipsis, el silencio, entre otros elementos que actúan como llaves que abren la imaginación del lector o, como yo digo, la imagenación.
Justamente la charla a la que aludo estaba dirigida, sobre todo a las autoras de la Colección de la editorial digital BGR, Breves y contundentes (microrrelatos de mujeres). Esto nos interesaba tanto a mí, como interesaría a Ulises, sobre todo, pues es uno de los géneros en los que se desenvuelve y se siente cómodo. Así lo hacer saber el título del libro del narrador y poeta mexicano: Tengo una casa que se llama microcuento. Antología de microficción.
Para empezar (y para no quitarle la razón al doctor Darío Hernández), Tengo una casa de microcuentos, abre con un micro ensayo, que funciona como prólogo (o anti prólogo). Y hete aquí que abro su libro entusiasmado, el libro de Paniagua, paso hojas, voy al índice. Observo que el autor ordena sus escritos, a mi entender, según los subgéneros practicados por él; aunque esta vez a través de la microficción, y de la siguiente manera:
- Microcuentos de terror y misterio.
- Microcuentos fantásticos y no tan fantásticos.
- Breves ucronías.
- Mini recetas literarias.
- Microcuentos literarios.
Es decir, que hay un desarrollo en paralelo con la narrativa, y a veces con el ensayo de mayor extensión que el autor desarrolla habitualmente.
En los microcuentos de terror y misterio, Ulises lleva dicho subgénero a la mínima expresión. Ahí vemos a Poe, Lovecraft, Hawthorne; pero destaca una voz muy personal, caracterizada por el empleo de la ironía y el sarcasmo, que muchas veces llegan al humor negro, en forma de final inesperado. Véase, en «Sopa aguada»:
Pero no la maté. No le di cuarenta y dos cuchilladas. Ése fue mi padre, quien la
odiaba. Yo sólo preparé el cadáver, hice la cena. Y me la comí.
Por supuesto, en este capítulo predomina el género de terror, sin llegar a lo cósmico de Lovecraft, y sí muy afianzado al misterio, ese que mueve la vida y, por ende, la escritura.
La sección de los relatos fantásticos, y no tan fantásticos, parece un homenaje a Borges, sobre todo el caso de «El desamoroso»:
El tipo contaba con treinta y dos cajones distribuidos en todo su cuerpo. En algunos de ellos guardaba cartas de amor; en otros casetes, libros, chocolates, discos compactos, listas de reproducción anacrónicas; en un par más, una rosa y un clavel, marchitos.
Siguiendo el tema del misterio del capítulo anterior, Paniagua se adentra en la frontera entre lo verosímil y lo inverosímil: lo fantástico real y lo real imaginario es su cocina literaria.
Esa ironía y, sobre todo el sarcasmo, lo veo reflejado de manera muy especial en las ucronías y las micro recetas literarias. Las ucronías son una reconstrucción literaria hilvanada lógicamente, que se basa en los hechos posibles, pero que no han sucedido realmente en la obra que alude (añado yo esta definición, pues no se trata de ucronías históricas, sino basadas en obras literarias). Vean, por ejemplo, «La Fetamorfosis», trasunto de La Metamorfosis de Kafka:
Cuando el gigantesco insecto despertó luego de un sueño intranquilo, se halló convertido en un monstruoso Gregorio Samsa.
Lo que nos recuerda el célebre microrrelato de Monterroso.
Aclaro que Ulises, a través de la memoria (historia de la literatura) transforma eso textos hasta el punto de que juega a sus anchas (yendo más allá) con el microcuento y otras expresiones de la microficción o microlírica, como ocurre en el caso de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna -con lo que el hilo va camino entre lo narrativo, lo lírico y el humor contenido-.
A continuación, aparece el capítulo de micro recetas literarias, bajo esta mescolanza de géneros. Aquí encontramos el humor del absurdo. Se narran ideas que chocan con los cánones y normas preceptivas y, ahora, además, desde la micro crítica y la parodia de un taller de escritura creativa. Un asunto muy interesante.
Para finalizar, hay algunos microcuentos muy curiosos, pues Ulises llega al máximo de la parodia, parodiándose a sí mismo, sobre todo desde el proceso de la escritura, con temas como la distribución de los libros una vez editados, o el mundillo literario… Claro, es incluyente, porque aquí se podría ver reflejado cualquier escritor de cualquier punto del planeta. Y, por supuesto, no deja atrás al lector, al “hipócrita lector”, cual lo declara Baudelaire. Leamos un fragmento:
Tal vez así evites psicoanalizarme, externar tu desprecio. Escribir es un oficio ingrato, debes intuirlo, al menos. Lo sabes. Por ello, harto de exponerme, harto de las críticas, abandono este libro, me marcho, sí, oyes bien, me marcho a buscar una taza de café, un trozo de chocolate grasoso, mientras exclamo: «¡Bah, qué petulante, cuánta arrogancia, no me gusta la manera en que me lee, le falta técnica para tomar el libro!». Al fin, una pequeña revancha.
Autoparodia, parodia y, según dice en ese fragmento que cierra el libro, pequeña revancha… Aunque, no nos engañemos, se trata sólo de un personaje como el de cualquier cuento, un juego al estilo del viejo Luigi Pirandello.
De este modo, Paniagua-autor, actúa como aquel gato Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas, ese que desaparece ante los muros, y deja reflejada en ellos su enorme sonrisa. Se lo pasa bien, no quepa duda; pero al mismo tiempo no descuida su estilo ni su intención. Claro, quien vaya en busca de materia académica que se abstenga. O que la busque, en todo caso, en el trasfondo.
A pesar de la división en capítulos, los microcuentos tienen en común la soltura estilística, el humor, el asombro, y muchas características mencionadas. Mi amigo, el gran crítico Jorge Rodríguez Padrón, diría que este libro no es moco de pavo (cosa menor), y creo que ustedes entenderán a qué me refiero tras la lectura de Tengo una casa que se llama microcuento.
Ulises Paniagua es, desde luego, una nueva propuesta, que rejuvenece el género de la microficción.
Antonio Arroyo Silva
Gáldar, España, marzo, 2023.