Ulises Paniagua (México, 1976) Narrador, poeta y dramaturgo. Ganador del Concurso Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez, en Colombia (2019). Fue entrevistado por Silvia Lemus, en el año 2020, en el programa “Tratos y retratos” de Canal 22. Incluido en la antología internacional de carácter bilingüe “Puente y Precipicio”, publicada en Rusia, dentro de la celebración de la Bienal de Poesía de Moscú, bajo la selección de Natalia Azarova y Dmitriy Kuzmin (2019). Es autor de dos novelas, siete libros de cuentos y cuatro poemarios. Ha sido divulgado en antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo Nocturnario, El búho, Círculo de poesía, Nexos, Siempre!, Blanco Móvil, Punto en línea, El Sol de México, Ígitur, Letralia, Nueva York Poetry, Altazor, Algarabía y Jus. Es publicado de forma habitual en Revista Anestesia, a través de su columna “Los textos del náufrago”. Es también editor de contenidos, en dicha revista. Es parte del catálogo de autores del INBAL. También es director del Festival Universitario de Literatura y Arte, Creador y director del Coloquio Internacional de Poesía y Filosofía (respaldado por el Fondo de Cultura Económica), y coordinador de publicaciones de la revista Blanco Móvil, en su sección de narrativa. Publicado en la Academia Uruguaya de Letras, en España, Italia, Perú y Venezuela, su obra ha sido traducida al inglés, ruso, griego, serbio, checo e italiano.

Ulises Paniagua, Tres fragmentos dentro de una poética para ser y estar.

FRAGMENTO I

He vivido a través del delirio

un mundo que es agua

y otro que se mira a través del agua.

He vivido y soñado

soñado y vivido -desde el delirio-

los instantes de una realidad febril 

como parvada de rocas de aguacero.

A través del deliro

a fuerza de dejar el piso 

de levar anclas 

-con los ojos espesos-

abandoné la conformidad de este reino

para alcanzar la fantástica velocidad de lo quieto.

Hice la luz

para incendiarla a murmullos.

A fuerza de enloquecer a ratos

enloquecí a muchos.

No volví a tocar el piso.

El suelo fue para mí una peste innecesaria.

Los demás quedaron lejos, en un submundo 

de capitalistas espinas.

A estas horas de la vida

soy un océano de aire,

una gota de polvo y fuego.

A estas horas de la tarde de la vida

sólo me interesa ser y estar.

Cualquier otra versión de uno es irrelevante.

Ha sido un viaje largo y plácido.

Desde el corazón gelatinoso del que delira

-que he sido yo, y a veces yo en compañía de los otros

en la fusión con los otros-

he conseguido no digamos ser feliz

sino aparecer y desaparecer como un presentimiento.

De muchos modos 

todo acto poético es un acto de magia.

Todo acto de magia poética es subversión y es ciencia.

Todo acto extremo de ciencia es poesía febril.

Deliro.

Deliro que deliro.

Y mi alma, vertida en una fuente de conocimiento

se derrama a través de las paredes

de las ventanas desnudas

del amargo mosto que llueve de la tierra al cielo.

Soy líquido en mi corazón

y líquido fuera de lo que en mí existe.

Mi piel es una trasmutación de signos,

un abecedario de cristal sobre el río.

Cada letra dicta el nombre del que delira.

Detrás de mí hay otro: eres tú que también desvaría

¿O es acaso la sombra del desvarío 

que se materializa en tu cuerpo?

Delirio. Sueño.

Deliro que sueño.

Sueño que sueño que deliro.

Sólo entonces sobrevivo.

Es mi corazón esta herencia de capas,

una más honda y transparente cada minuto.

Una cebolla fantástica que habita

la niebla de la habitación en la que escribo.

¿Conciencia? ¿Para qué la quiero

si soy puro razón de los sentidos?

Alzo la copa para girar los continentes como goznes.

Un rumor secreto alerta al planeta.

Si dejas de creer sólo en lo que piensas

tal vez encuentres un bosque de prodigios

detrás de tu puerta.

Arriba es abajo.

Abajo es hoy.

El sur es un ahora a toda velocidad.

El norte, una canasta de huevos cocidos que florece en poemas.

¡Vivan los absurdos atrevidos!

¡Denme piel para soportar los chubascos de la realidad enferma!

Deliro, ay.

Y cómo deliro.

Soy un puño que atraviesa la carne de las horas,

los cuatro ejes cardinales en el centro 

de dos cuerpos desnudos.

Deliro, qué sabroso deliro.

Desaparezco en el sombrero de un demiurgo

que se esfuma,

en el sombrero de un dios 

que reaparece en mi delirio.

Renazco desde una fuente, del limo broto.

Este es el carnaval de las sensaciones.

¿En qué ciudad extraña

estuve todo el tiempo?

.

.

FRAGMENTO II

Luminosa y sombría es la Ciudad de México. Ominosa y resplandeciente la ciudad de los palacios; la constante madriguera de los sismos: nuestra bella temblorosa.

Refulgente y umbría es, oh, antiguos dioses, ojerosos Huiztilopochtlis, vírgenes de avenida Circunvalación, tratantes de blancas y rescatistas de ellas, este largo aparador arquitectónico.

 Esplendente y torva es, oh, patronos santos, obispos pederastas, san juditas y chichifos, con sus avenidas plagadas de restaurantes y cafés posmodernos.

A cada ciudad le llega su nombre: Es el turno de que a esta le alcance el de oscura y sagrada belleza ¿Qué es monstruosa? Tanto como sus portentos ¿Imprecisa? Es que le han nacido muchos ombligos. 

El corazón se le dividió en cigotos. Es por eso que los edificios nacen de las nopaleras, las biznagas, los viejos pantanos.

Portentosa y moderna es nuestra urbe de cuatro letras. Esplendorosa y antigua este hermoso esperpento. Por ella escupen sus argucias los machos deleznables. Por ella es el desfile de los chacas en sus sacrosantas motos.

A ella le escriben elegías fotográficas los periodistas éticos, etílicos o anexos. Esplendente y opaca es esta urbe de espanto, oh, cargadores de mercado; oh, comercio ambulante; oh, vendedoras de pornografía y ropa.

Luminosa y sombría, ay, con los ríos de armas y cocaína que escurren a raudales por los barrios y las mansiones: santoral de las Lomas en una mar de tachas. Refugio de la Santísima con girones de verde yerba.

Delicada y turgente es esta sabrosa podredumbre, oh, glorioso Distrito Federal de los sábados perdidos; habitáculo de chilangos y arcángeles de barro y fuego. Profunda y homicida es, oh, escritoras lúcidas, inigualables cronistas, ebrios trasnochados: oscuro sicariato de espanto.

Una ciudad es un crudo espejo de nuestros deseos íntimos. Aunque es también el brillo y el horror colectivo.

Escribo ciudad, y en las páginas de la memoria surge tu nombre, ay, mi vieja Tenochtitlan, querida gran trajinera sobre el lago de los siglos.

Escribo tu nombre con letras castizas, francesas, anglosajonas, chinas y judías. Escribo tu nombre con las representaciones de un tianguis al calor zapoteco o del otomí.

Una ciudad es la suma de las voluntades hondas y desconocidas. Por eso te canto, en voz baja. Despacito. A ritmo de trap, de museo, de cantina.

Efervescente y quieta eres, ay, urbe. Sombría y más sombría. Clara sobre tu lucidez abominable.

Territorio de feministas emergentes. De brillantes profesoras de historia. De policías que quién sabe si algún día dejarán de ser corruptos. Anuario de asesinados a mansalva. Fortuna y carnaval de los vivos.

Largas y plácidas son tus calles. Misteriosas y cacarizas las vecindades antiguas. Profundos tus drenajes, insalubres tus ratas y míticas, incluso tus alcantarillas.

Escandalosas y reinas del silencio son tus noches. Tus plegarias de caminatas noctámbulas:

tus desenfrenos neonómadas. Largas son las avenidas estrechos tus callejones, afiladas las esquinas, interminables los rascacielos.

Eres Dios en el papel de diablo. El mito antiguo en un mundo virtual labrado con tarjetas de crédito. Eres Carlota, Maximiliano, Chin Chin el Teporocho y Pepe el Toro. El Bryan y la Britany. Las inundaciones más memorables. Los espectáculos a través del Iris y el Palacio de Bellas Artes.

Hermosa eres. Malditamente hermosa. Magníficas son, oh, urbe octópoda, urbecrustáceo, tus fachadas elegantes, tu alumbrado septembrino y navideño. Imborrables son tus cines, tus castillos, la Alameda. El acueducto que se nos ha ido: este pulmón de gente impura que es tu centro.

Eternas tus historias, querido DF, Nueva España, alegres tus bares, prehistóricas tus peleas, inigualables tus terrrazas, infinitos tus paseos, los carruajes, los autos, tus pasos sobre el asfalto en ruinas.

Los dioses antiguos (y los dioses por venir) te guarden y te protejan de tanta depredadora indiferencia inmobiliaria. Algún dios rescate tus casas, los edificios, tu esencia.

Luminosa, larga y sombría es, oh, queridos chilangos, nuestra atiborrada Ciudad de México.

.

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FRAGMENTO III

“LA OTRA CIUDAD”

A Constantin, con afecto.

Dices, Cavafis, que irás a otra tierra, hacia otro mar:

Y yo anhelo conocer tu tierra y tu mar

Dices, Cavafis, que hallarás una ciudad mejor, con certeza, 

y yo sueño con Atenas cada noche. Lo confieso.

Juras que donde vuelves los ojos sólo ves

las oscuras ruinas de tu vida

y los muchos años que allí pasaste o destruiste.

Yo busco mi destrucción en los puertos y los bares

que frecuentabas.

Es cierto, Cavafis, 

que no hallarás otra tierra ni otro mar.

Tampoco lo haré yo.

La ciudad, mi ciudad, tu ciudad,

irá en nosotros siempre. 

Siempre,

volverás a la Ciudad de México que no conociste

Retornaré a la Ítaca de la que no debí partir.

Serán las mismas calles. 

En los mismos suburbios llegará tu vejez

(en cambio, para mí los años tal vez no alcancen para tanto).

Encanecerás en la misma casa, Cavafis.

Yo buscaré escapar de mí,

y, a solas, leyendo libros, 

encerrado en el clóset, viajaré a tantos lugares…

La ciudad es siempre la misma. 

Nuestra ciudad lo seguirá siendo.

Mi ciudad es tuya. 

Vívela, Cavafis,

No busques otra -no la hay-

ni caminos ni barco para ti.

La vida que aquí perdiste,

en la Atenas mexicana,

la has destruido en toda la tierra.

Lo mismo hice yo en la Tenochtitlan griega.

Te digo, Cavafis, 

que iré a otra tierra, hacia otro mar:

Y sé que anhelarás, aún en tu muerte, 

conocer mi tierra y mi mar.

No hay otro modo, Constantin:

No hallaremos mejor ciudad, 

que aquella de la que no partimos

algún día.

Ulises Paniagua (México, 1976) Narrador, poeta y dramaturgo. Ganador del Concurso Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez, en Colombia (2019). Fue entrevistado por Silvia Lemus, en el año 2020, en el programa “Tratos y retratos” de Canal 22. Incluido en la antología internacional de carácter bilingüe “Puente y Precipicio”, publicada en Rusia, dentro de la celebración de la Bienal de Poesía de Moscú, bajo la selección de Natalia Azarova y Dmitriy Kuzmin (2019). Es autor de dos novelas, siete libros de cuentos y cuatro poemarios. Ha sido divulgado en antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo Nocturnario, El búho, Círculo de poesía, Nexos, Siempre!, Blanco Móvil, Punto en línea, El Sol de México, Ígitur, Letralia, Nueva York Poetry, Altazor, Algarabía y Jus. Es publicado de forma habitual en Revista Anestesia, a través de su columna “Los textos del náufrago”. Es también editor de contenidos, en dicha revista. Es parte del catálogo de autores del INBAL. También es director del Festival Universitario de Literatura y Arte, Creador y director del Coloquio Internacional de Poesía y Filosofía (respaldado por el Fondo de Cultura Económica), y coordinador de publicaciones de la revista Blanco Móvil, en su sección de narrativa. Publicado en la Academia Uruguaya de Letras, en España, Italia, Perú y Venezuela, su obra ha sido traducida al inglés, ruso, griego, serbio, checo e italiano.Ulises Paniagua, Tres fragmentos dentro de una poética para ser y estar.